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lunes, 30 de octubre de 2017

Los virus son las primeras entidades biológicas en la Tierra

Con una longitud superior a 1.5 micrometros, pithovirus es mayor virus descubierto hasta la fecha — mayor incluso que algunas bacterias. Sus más de 500 genes no están relacionados con otros genes en el planeta.

https://www.quantamagazine.org/were-giant-viruses-the-first-life-on-earth-20140710/

domingo, 15 de octubre de 2017

Una carrera científica de lenta maduración

En 1935, el neurocientífico estadounidense John Fulton anunció que había conseguido reducir la agresividad de una chimpancé llamada Becky extrayéndole la corteza prefrontal del cerebro. Poco después, el neurocirujano portugués António Egas Moniz empezó a aplicar la técnica, la lobotomía, en personas con esquizofrenia, depresión o instintos violentos. Lo que hoy es una barbaridad le valió el premio Nobel en 1949. Y, un año después, Delgado se incorporó al departamento de Fulton en la Universidad de Yale. El médico español José Manuel Rodríguez Delgado fue pionero en manipular el cerebro con electricidad.
Un día de verano de 1963, hace ahora 50 años, un médico vestido con corbata y zapatos cogió una muleta por primera vez en su vida y saltó a la arena para ponerse delante de un toro con los cuernos afilados como agujas. Bajo el sol de Córdoba, iba a llevar a cabo la faena más asombrosa de la historia. Nada más salir del burladero, el toro arremetió contra él para embestirlo, pero el morlaco se quedó congelado cuando el bisoño torero ya casi podía sentir su aliento en la cara. En la mano izquierda, escondida detrás de la muleta, el médico José Manuel Rodríguez Delgado portaba un radiotransmisor. Al apretar un botón, el neurocientífico activó unos electrodos implantados en las profundidades del cerebro del animal. Y el toro se paró en seco.

En los años 60 del SXX empezaron a llover críticas a los estudios de manipulación del cerebro mediante descargas eléctricas. En 1970 apareció la descabellada propuesta de Frank Ervin, colaborador de Delgado, de utilizar la estimulación eléctrica cerebral para frenar la violencia de los negros en los centros urbanos. En medio de este remolino de desprestigio de la electricidad aplicada al cerebro, el bioquímico estadounidense Julius Axelrod ganó el Premio Nobel de Medicina de 1970 por iluminar el modo en el que las sustancias químicas liberadas por las neuronas afectan al comportamiento humano.

¿Quién era Julius Axelrod?


Julius Axelrod compartió el Nobel en 1970 con el británico Bernard Katz y el sueco Ulf von Euler, por su trabajo en el modo en que los elementos químicos liberados por las terminaciones nerviosas del cerebro afectan al comportamiento humano. Por su parte, Axelrod explicó que los neurotransmisores del cerebro se comunican con las neuronas para regular una amplia gama de respuestas automáticas, incluyendo la digestión, el ritmo cardiaco y el flujo sanguíneo.

El trabajo de los científicos tuvo grandes implicaciones en farmacología, despejando el camino para el desarrollo de los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina. Actualmente, esos fármacos se utilizan habitualmente en el tratamiento de la depresión, y poseen nombres reconocibles como Zoloft, Paxil, Prozac y Seroxat.

"Su contribución a los campos de la salud mental y la neurociencia hizo posible avances actuales en trastornos de humor y ansiedad y muchas otras áreas", afirma Thomas R. Insel, director del Nacional Institute of Mental Health en una declaración.

La carrera científica de Axelrod implicó una lenta maduración. Nació el 12 de mayo de 1912 en el Lower East Side de Nueva York. Sus padres eran inmigrantes judíos de lo que ahora es Polonia, y su padre se ganaba la vida como fabricante de cestas. Axelrod obtuvo la licenciatura en Biología del City College de Nueva York. Anhelaba ser médico, pero las estrictas cuotas para los estudiantes judíos -y lo que más tarde reconoció que eran unas notas menos que sobresalientes en algunas asignaturas- le impidieron la entrada en la Facultad de Medicina. Durante la Depresión alcanzó la mayoría de edad, necesitaba trabajo y le ofrecieron dos opciones: empleado de correos o técnico de laboratorio.

De como un técnico de laboratorio se pone en la carrera del Nobel

Durante más de una década trabajó en el Departamento de Salud de Nueva York probando la potencia de vitaminas añadidas a los alimentos. Axelrod realizaba sus investigaciones sobre vitaminas durante el día, y asistía a la universidad por la noche para obtener un master en Química de la Universidad de Nueva York. Su carrera dio un giro radical en 1945, cuando el reputado farmacólogo Bernard Brodie le ofreció trabajo en el Goldwater Memorial Hospital de la Universidad de Nueva York. Su trabajo conjunto más significativo fue con fármacos analgésicos.
A finales de la década de los treinta, perdió la visión de un ojo al estallar en el laboratorio un frasco de amoníaco, razón por la que se libró del servicio durante la Segunda Guerra Mundial. El el resto de su vida tuvo que llevar unas gafas con lente oscura en el ojo izquierdo.

A finales de los años cuarenta, escribieron dos influyentes trabajos que identificaron una nueva sustancia denominada acetaminofen como el elemento químico clave para la inducción de alivio del dolor en dicho fármaco. Su descubrimiento fue desarrollado como Tylenol. Aunque vería siempre a Brodie como su mentor, Axelrod decidió seguir adelante y, en 1949, se incorporó a lo que ahora es el National Heart, Lung and Blood Institute, donde estudió el metabolismo de la cafeína, las anfetaminas, la efedrina y los narcóticos. También descubrió un nuevo tipo de enzimas esenciales para la metabolización de ciertos fármacos. Sin un doctorado, progresar resultaba difícil. A los 41 años cogió una excedencia y asistió a la Universidad George Washington para obtener su doctorado.
Tras recibir su título en 1955, fue contratado como jefe de la sección de Farmacología del Laboratorio de Ciencia Clínica del NIMH. Se jubiló en 1984, pero siguió activo en el Nacional Institute of Mental Health durante otra década, a menudo asistiendo tres veces por semana como investigador. El NIMH le designó científico emérito en 1996.

"Su magia no residía en realizar experimentos que requirieran gran agudeza técnica", decía Michael J. Brownstein, colega y amigo, en una declaración hecha pública por el NIMH, "sino en hacer un trabajo que cualquiera podría haber desempeñado... si hubieran tenido ideas. Lo que diferencia a los gigantes del resto de nosotros es la capacidad de formular grandes preguntas".

domingo, 1 de octubre de 2017

El Experimento Tuskegee


En 1932 la sífilis era una epidemia en las comunidades rurales afroamericanas del sur de Estados Unidos. Las autoridades crean un programa especial de tratamiento para esta enfermedad en el Hospital de Tuskegee, el único hospital para personas afro que existía hasta entonces. La sección de enfermedades venéreas del PHS (Servicio Público de Salud) de los Estados Unidos, decide llevar a cabo un estudio sobre la evolución de la sífilis (1932-1972). Esta investigación fue financiada con fondos federales y se planteó como un estudio con personas en relación al curso natural de la enfermedad. Para ello, fueron seleccionados cuatrocientos hombres afroamericanos infectados con sífilis, y doscientos hombres sanos, como grupo control. El objetivo del estudio era comparar la salud y longevidad de la población sifilítica no tratada, con el grupo control, y así observar su evolución. A los sujetos seleccionados para el estudio y que estaban enfermos no se les trató su enfermedad, sin embargo se les ofrecieron algunas ventajas materiales. Además no se les informó acerca de la naturaleza de su enfermedad y sólo se les dijo que tenían la sangre mala (Bad Blood).

Durante el estudio se comprobó que las complicaciones eran mucho más frecuentes en los infectados que en el grupo control, y diez años más tarde, resultó claro que la tasa de mortalidad era dos veces mayor en los pacientes infectados con Sífilis. En el año 1942 se hace extensivo el uso de penicilina. Sin embargo, los pacientes enfermos que participan de estudio de investigación son privados del tratamiento con antibióticos. Más tarde se demostraría que sin el antibiótico la esperanza de vida de la persona infectada se reducía en un 20%.

La investigación continuó sin cambios sustanciales y se publicaron trece artículos en revistas médicas hasta que, en 1972, el periodista J. Heller publicó un artículo sobre este estudio en el New York Times, momento en el que comenzó la polémica sobre la ética de la experimentación en sujetos humanos, y producto de la controversia se vieron obligados a suspender la investigación. La justificación que dieron los investigadores fue que no hacían más que observar el curso natural de la enfermedad, sin ocasionar daño alguno. Los sucesos citados condujeron a la elaboración del reporte Belmont, y al establecimiento del Consejo Nacional para la Investigación Humana y los consejos Institucionales de Revisión de Protocolos de Investigación.

Referencias

1.- Jones, JH. Free Press; New York: 1981. Bad blood: the Tuskegee syphilis experiment.

2.- Reverby SM. More than Fact and Fiction. Cultural Memory and the Tuskegee Syphilis Study. Hastings Center Report. 2001; 31: 22-28.

3.- Brandt AM. Racism and Research: The Case of the Tuskegee Syphilis Study. Hastings Center Report. 1978; 8: 21-29.

4.- Beecher HK. Ethics and Clinical Research. N Engl J Med. 1966; 274: 1354-1360

5- Vanessa Northington Gamble, MD, PhD. Under the Shadow of Tuskegee: African Americans and Health Care. Am J Public Health 1997; 87:1773-1778.

6.- Ralph V. Katz, DMD, MPH, PhDa,*, S. Stephen Kegeles, PhDb, B. Lee Green, PhDc, Nancy R. Kressin, PhDd, Sherman A. James, PhDe, and Cristina Claudio, PhDf. The Tuskegee Legacy Project: history, preliminary scientific findings, and unanticipated societal benefits. 2003 January ; 47(1): 1–19.

7.- Vanessa Northington Gamble, MD, PhD. Under the Shadow of Tuskegee: African Americans and Health Care. American Joumal of Public Health 1773.

8.- Wendy K Mariner, JD LLMMPH. Public Confidence in Public Health Research Ethics. January/February 1997 * Volume 112.

9.- Ralph V. Katz, DMD, MPH, PhDa,*, S. Stephen Kegeles, PhDb, B. Lee Green, PhDc, Nancy R. Kressin, PhDd, Sherman A. James, PhDe, and Cristina Claudio, P.D.. The Tuskegee Legacy Project: history, preliminary scientific findings, and unanticipated societal benefits. Published in final edited form as: Dent Clin North Am. 2003 January ; 47(1): 1–19.