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lunes, 17 de enero de 2011

Horóscopo y virología

Estas hablando con alguien a quien acabas de conocer. Te pregunta por tu horóscopo y le respondes que no crees en los horóscopos. Podrías decir tu signo y ya está, pero dado que te tomas en serio la divulgación científica te crees en la obligación de impartir doctrina. Lo cierto y verdad es que decirle a alguién que lo que cree es una estupidez es la peor manera de establecer una relación de igual a igual. Los horóscopos son una herencia de un conocimiento que nos viene del neolítico, en donde conocer la posición de los astros estaba muy prestigiado ya que permitía poner orden al paso de las estaciones y los ciclos de los cultivos. Hoy en día no hay nada que nos permita creer en ello. La astrología está desprestigiada y sin embargo muchísima gente sigue creyendo que hay personalidades más virgo, o más áries. Lo bonito de creer en los horóscopos es que te permite ordenar el caótico mundo de las personalidades humanas en 12 categorías discretas. Además te vincula con los astros, que no es moco de pavo. Da mucho subidón pensar que tu personalidad es así por que la especial disposición de las estrellas. Leyéndote un librito de astrología estás listo para impartir doctrina al mismo nivel que los psicoanalistas y neurólogos. En cambio el esceptico ¿qué clase de mensaje transmite?: tu eres un gañán, o gañana, por creer en cosas que no tienen fundamento científico. Mal, un cero en divulgación científica. Por otro lado, hablarle de la teoría del subconsciente y la importancia de la infancia según Freud pues como que requiere mucho esfuerzo, al mismo tiempo que el que ahora escribe se siente con el conocimiento necesario para explicarlo. Lo más fácil es decir “soy virgo” y dejar que la otra persona de su punto de vista, es más tolerante que decir: no tienes ni idea. Los astros no tienen ningún poder sobre sobre la personalidad de cada uno porque no hay ninguna prueba de ello, además la configuración de las estrellas no es la misma para un virgo de 1970 que para otro de 1980... da igual por que la otra persona te va a decir “pero la luna si que nos afecta...” y ahí te ha cogido, por que efectivamente, la luna afecta a las mareas, a las cosechas. ¿Le hablamos entonces de la fuerza de la gravedad? yo no me metería ahí, primero por que yo mismo no entiendo bien la fuerza de la gravedad, y si la entendiera las cosas seguirían cayéndose por su propio peso, como en el chiste.
A la hora de divulgar no se puede hacer varias cosas, que se irán incrementando a medida que vaya adquiriendo experiencia: primero, no llamar idiota al que tienes enfrente. Segundo, no tratar de demostrar algo por que si, por que lo dice la ciencia, por que es obvio. Tercero, y este es el descubrimiento que he hecho hoy: no substituir una creencia que es bonita, aunque no sea cierta, por un pastiche de lugares comunes, que no te hace sentir especial sino todo lo contrario, que es complicado y que no te explica nada del mundo.

¿Qué es lo bueno de no creer en horóscopos? pues que somos libres, que no estamos predestinados por nada. Que no somos apriorísticos. Que nuestra complejidad es única, fruto de nuestra posición en la historia, en nuestra historia familiar, social, geográfica. Somos una maravillosa caja de resonancia. ¿Es bonito? ¿nos ayuda a entender mejor el mundo? ¿puede la persona que nos escucha interiorizar estas ideas y desarrollarlas?.

Muchos docentes se olvidan de estos aspectos. Se sienten incompetentes y la mejor manera de disimular la incompetencia son los datos, machacar a sus alumnos con datos, hacer que la mano suelte chispas al tomar apuntes. De esa manera se pasa el trámite, se informa y luego se pasa examen. Y al que ha sacado buena nota todo son halagos y al que no todo es desprecio.
Recuerdo los apuntes que la profesora de virología tenía cuando nos daba clases. Estaban amarillentos, los contenidos eran al menos de hacía quince años. De vez en cuando se animaba y nos contaba anécdotas personales, de su trabajo. Era lo mejor del curso, lo único que me ha quedado de la asignatura, eso junto al esfuerzo de hacer un trabajo sobre priones que me obligó a leer literatura científica. El resto no valió para nada.

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