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martes, 7 de junio de 2011

¿Por qué están en la Seguridad Social los que no vacunan a sus hijos?

Igual que hay una escolarización obligatoria, el calendario de vacunas debiera ser obligatorio. Quien no vacune a sus hijos debiera contratar un seguro médico privado, igual que los testigos de Jehová que no quieren transfusiones.

Publicado por Antía Castedo en El País (por favor no os perdais los comentarios de la noticia, a cada cual mejor)

Europa ha retrocedido una década en la lucha contra enfermedades como el sarampión y la rubéola, casi erradicadas en el cambio de siglo y que hoy vuelven a causar grandes brotes comunitarios. España, que solo sufrió dos casos de sarampión en 2004, acumula más de 1.300 en lo que va de año, cinco veces más que en todo 2010. El rebrote ha puesto en guardia a las autoridades de gran parte del continente: en Francia, por ejemplo, han muerto seis personas y más de 300 han sufrido neumonías graves entre los más de 5.000 afectados.

El descenso de la cobertura vacunal, espoleado por los grupos antivacunas y abonado por la pervivencia de grupos de población con riesgo de exclusión social, está en el origen del aumento de la incidencia de las viejas enfermedades infecciosas, alerta el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades, agencia de la Unión Europea con sede en Estocolmo (Suecia).

Así, quienes se niegan a vacunar a sus hijos no son solo población marginada; también familias bien formadas que secundan estilos de vida pretendidamente naturalistas, que rechazan los productos de la industria farmacéutica como gesto de militancia.

La triple vírica (sarampión, rubéola, parotiditis) se aplica en dos dosis, una a los 15 meses y otra a los tres años de vida. Los expertos estiman que para frenar su transmisión es necesaria una cobertura vacunal infantil de más del 95%. En España, la cobertura de la primera dosis es elevada, pero baja en la segunda: 87% en Andalucía, 83% en Madrid o 92% en Cataluña. Esto facilita la circulación del virus hasta las bolsas de población no protegidas, formadas por dos grandes grupos. El primero lo forman los hijos de familias que no les vacunan, por ideología o dejadez. El segundo, la población adulta de 25 a 40 años, que creció cuando no existía la vacunación universal y no enfermaron de pequeños.

Andalucía ha sido la región más castigada, con 541 casos de sarampión. "El brote comenzó en Sevilla, en una comunidad marginal con muchos niños sin vacunar", explica José María Mayoral, jefe del Servicio de epidemiología. "Luego se extendió a los barrios de la capital", sigue.

Ante la virulencia del brote, que ha causado unas 100 hospitalizaciones, las autoridades incorporaron una dosis de vacuna a los seis meses allí donde ha habido casos y adelantaron la primera dosis a los 12 meses para todos los niños, algo que también han hecho Canarias y Cataluña.

En un colegio del Albaicín de Granada, la enfermedad se ensañó en 2010 con 35 niños cuyos padres se negaban a vacunarlos. Al final, un juez les obligó a hacerlo en defensa de la salud pública.

En Cataluña, segunda en casos, los afectados se concentran en la ciudad y provincia de Barcelona. "El brote surgió en la zona del Vallès y pasó desapercibido", explica Pere Godoy, jefe de epidemiología de la Generalitat. El retraso en la alerta facilitó que los casos llegaran a Barcelona. Algo similar ocurrió en Tenerife en marzo, cuando un niño de 14 meses que no estaba vacunado enfermó en un viaje a Madrid y de vuelta contagió a personal del hospital Nuestra Señora de la Candelaria y a pacientes de urgencias. Los médicos tardaron en darse cuenta de que sufría sarampión. "La poca familiarización de los médicos jóvenes con la enfermedad dificulta su detección", dice Domingo Núñez, director del Servicio de Epidemiología canario.

Alarmada por el aumento de enfermedades como el sarampión o la tos ferina, la Generalitat de Cataluña hará firmar un documento a los padres que no vacunan donde conste que conocen los riesgos a los que someten a su prole. Aunque en España son una minoría, en países como Reino Unido estos padres han tenido un gran impacto en la salud pública.

La publicación en 1998 de un artículo científico que vinculaba la triple vírica con el autismo provocó un descenso de la tasa de cobertura de la vacuna por debajo del 80% en 2004. Aunque la propia revista The Lancet, una de las más reputadas en el mundo científico, retiró el artículo porque el autor había falseado datos, los activistas lo siguen citando para alertar contra las vacunas. Para Lua Català, pediatra, homeópata y simpatizante de la Liga para la Libertad de Vacunación, la retirada del artículo de Andrew Wakefiled no es más que una prueba de "los intereses oscuros" que defienden las empresas farmacéuticas.

A pesar de que los grandes brotes acaban siempre con hospitalizaciones (y fallecimientos en algunos casos), Català defiende que las enfermedades infantiles prevenibles son "benignas". Añade que "las vacunas hacen enfermar y causan síntomas más graves que las enfermedades que se intentan prevenir".

David Moreno, de la Asociación Española de Pediatría, refuta esta idea: "En solo un 5% de los casos, la vacuna del sarampión produce fiebre moderada que dura uno o dos días. La enfermedad dura una semana, con 39 o 40 grados de fiebre. En el 5% de los casos produce neumonía, y en el 10% otitis. En países pobres, la mortalidad está entre el 5% y el 10%.

Marcel Bartomeus y su pareja, Gemma Solanas, han decidido no vacunar a su bebé, de siete meses. Mientras da al niño la papilla (ecológica), Bertomeus opina que las enfermedades infantiles transmisibles "refuerzan el sistema inmunitario", y por tanto no hay razón para intentar prevenirlas. "Yo corro un riesgo al no vacunar, pero los que vacunan también, y nadie les explica esto", afirma este catalán de 35 años.

Para José María Bayas, presidente de la Sociedad Española de Vacunología, la gente como Marcel está provocando "un retraso importante en la eliminación de enfermedades como el sarampión".

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