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viernes, 27 de septiembre de 2013

Antiguedad de las bacterias fotosintéticas: 3000 millones de años

Artículo de Javier Sampedro en El País

A diferencia de la contaminante industria moderna, la biología depende casi por entero de la energía solar. Un hombre puede obtener su energía comiéndose un filete, pero este proviene de una vaca que la obtuvo comiendo hierba. Y la hierba, como todas las plantas, obtiene la energía del Sol gracias a la fotosíntesis, la sutil y eficaz versión biológica de la placa solar, y la fuente del oxígeno atmosférico que permitió la evolución de formas complejas de vida, como el lector. Un proceso que, según la última investigación de Sean Crowe y sus colegas de la Universidad de British Columbia, en Canadá, y otros centros daneses, alemanes y sudafricanos, es extraordinariamente antiguo: la Tierra tiene 4.500 millones de años, y la oxigenación de la atmósfera ya estaba en marcha hace 3.000 millones, no mucho después de las primeras formas de vida conocidas en el planeta.
El esquema dominante es que la atmósfera careció de oxígeno –o al menos tenía menos de una cienmilésima de la concentración actual— durante la primera mitad de la historia de la Tierra; y que el llamado Gran Evento de Oxidación, el primer incremento relevante del nivel de oxígeno, ocurrió por tanto hace 2.300 millones de años. Los biólogos tienden a datar por esas fechas el origen de la primera célula moderna –la célula eucariota de la que estamos hechos todos los animales y las plantas—, aunque sus técnicas de datación genética no son muy precisas a esas grandes escalas.
Para examinar el pasado remoto de la atmósfera, Crowe y sus colegas han utilizado dos formaciones geológicas que rondan los 3.000 millones de antigüedad, las de Nsuze e Ijzermyn en el supergrupo de Pongola, en Sudáfrica. Y han examinado la distribución de isótopos (los distintos sabores en que viene cada elemento químico) de cromo y otros metales sensibles a las condiciones de oxidación, y por tanto al nivel de oxígeno atmosférico de la época.
Los resultados que presentan en Nature revelan un “extensivo desgaste por oxidación” en las rocas de aquella era remota. Y deducen que las inventoras de la tecnología fotovoltaica, las bacterias fotosintéticas, que se alimentan de energía solar y liberan oxígeno, ya estaban funcionando hace 3.000 millones de años. Eso es 600 millones de años antes del Gran Evento de Oxidación. A la hora de corregir las dataciones de sus colegas, no hay quien supere a un geólogo.
Los autores discuten la posibilidad de que el oxígeno que han observado en la atmósfera remota pudiera haber sido producido de forma abiótica (no biológica) a través de reacciones fotoquímicas. Pero sus números parecen descartarla, porque los niveles de oxígeno que han calculado están órdenes de magnitud por encima de la modesta capacidad de esos procesos. “Esto implicaría que las bacterias fotosintéticas habían evolucionado ya entonces”, sostiene Crowe, “lo que indica que la fotosíntesis tiene una historia mucho más remota de lo que se suponía.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Alternar los antibióticos clave para evitar resistencias

Un artículo de Javier Sampedro en El País. Javier es el mejor periodista de ciencia en España.

Los antibióticos fueron uno de los grandes avances de la medicina moderna y, en justa correspondencia, su pérdida de eficacia es uno de los grandes problemas de la contemporánea. Cuanto más usamos –y abusamos de— los antibióticos, más resistentes se hacen las bacterias a ellos, hasta el extremo de que buena parte de la mortalidad hospitalaria se debe a agentes infecciosos refractarios a cualquiera de estos fármacos o sus combinaciones. Científicos daneses presentan ahora una solución asombrosamente simple: alternar entre ciertos pares exactos de antibióticos.
No vale alternar cualquier antibiótico con cualquier otro, como ya saben muchos que lo han hecho. Por ejemplo, el cloranfenicol puede alternarse con la polimixina B, pero no con la fosfomicina ni con la rifampicina; la tetraciclina puede alternarse con la colistina, la nitrofurantoína o la estreptomicina, pero no con la kanamicina o la amoxicilina. Cada par de antibióticos útil para combatir la resistencia es un mundo, y no podía predecirse a partir de primeros principios. Ahora, hay que usar la lista de los biólogos daneses.
Cambiar al paciente de un antibiótico a otro es una práctica obvia y extendida cuando surgen resistencias –aunque no siempre eficaz—, pero el trabajo de hoy va mucho más allá, al identificar las secuencias de fármacos exactas que permiten erradicar la resistencia y al desarrollar un sistema racional. Lejla Imamovic y Morten Sommer, del departamento de biología de sistemas de la Universidad Técnica de Dinamarca, en Lyngby, presentan hoy en Science Translational Medicine, —la subsidiaria de la revista Science dedicada a investigaciones de evidente o inmediata utilidad médica— una lista de los pares de antibióticos cuya alternancia evita la aparición de resistencias en las bacterias.
Los autores reconocen que sus resultados no pueden llegar a la práctica clínica sin superar antes los ensayos clínicos que demuestren su seguridad y eficacia. Sus experimentos se han llevado a cabo in vitro, con una bacteria modelo de laboratorio –Escherichia coli, un habitante tradicional del intestino humano— y técnicas de evolución artificial para hacerla resistente a cada uno de los 23 antibióticos más utilizados en la práctica médica.
También han confirmado sus resultados con dos cepas bacterianas aisladas de pacientes, ambas recogidas en los hospitales daneses por constituir casos notables de multirresistencia, o resistencia simultánea, a media docena de los antibióticos más valiosos. Y sus conclusiones se mantienen con ese material más realista: utilizar los pares de antibióticos correctos suprime la resistencia. ¿Hay posibilidades, entonces, de abordar los ensayos clínicos a corto plazo?
“Sí”, responde Sommer a EL PAÍS, “creemos que este concepto, el ciclo de sensibilidad colateral, será directamente aplicable para el tratamiento de pacientes, puesto que los antibióticos que hemos usado en nuestro estudio ya están aprobados por los reguladores sanitarios; obviamente, estos ensayos requieren que el médico evalúe su validez clínica; en el caso de las infecciones crónicas, pensamos que los ciclos de sensibilidad colateral tienen un fuerte potencial de impactar en la práctica clínica”.
La “sensibilidad colateral” a la que se refiere Sommer es el concepto central de su investigación y se trata de lo siguiente. Cuando una población de bacterias se ve atacada por un antibiótico, lo habitual es que intente adaptarse a él. Este proceso, aparentemente dotado de un propósito presciente, se basa en realidad en la más ciega lógica darwiniana: las meras variantes aleatorias que, por casualidad, resultan vivir un poco mejor en el nuevo ambiente tóxico causado por el fármaco sobreviven y se reproducen más que el resto; la repetición de este proceso durante muchas generaciones –y una generación de bacterias puede durar tan poco como 20 minutos— acaban generando una población de bacterias resistentes al antibiótico en cuestión.
El descubrimiento de Imamovic y Sommer es que ese proceso de adaptación para resistir a un antibiótico genera siempre una hipersensibilidad a otro antibiótico. No a cualquier otro, sino a un antibiótico concreto de una lista de 23, o a lo sumo a unos pocos de esa lista. La explicación es bien curiosa: que la adaptación a los antibióticos se basa en el ajuste fino de una red de genes interrelacionados: una red genética que, literalmente, se ocupa de bregar con los desafíos químicos del entorno. Y al tocar la red para resistir a un antibiótico, a la bacteria le resulta inevitable hacerse muy vulnerable a otro.
En la lógica profunda de las redes metabólicas y de los circuitos genéticos que las codifican –o las significan— yace una balanza que imparte una suerte de justicia bioquímica. Siempre es posible adaptarse a una agresión, pero nunca sale gratis.
Las resistencias a los antibióticos llevan décadas creciendo en los entornos hospitalarios, y cada vez más en cualquier otro entorno. La razón es el uso extensivo —en el caso de los hospitales— o directamente el abuso –en el de la recetitis con que se viene tratando la soledad en estos tiempos duros— de estos fármacos esenciales, que junto al saneamiento de las aguas se han podido apuntar el grueso de la duplicación de la esperanza de vida que han conseguido las sociedades occidentales en el siglo XX. Y de la que esperan alcanzar los países en desarrollo en el XXI, y mejor antes que después.
El trabajo de los científicos daneses se centra en los antibióticos, pero la aparición de resistencias no es ni mucho menos una peculiaridad de estos fármacos: lo mismo ocurre con los tratamientos para la tuberculosis, los paliativos de la malaria o la quimioterapia contra el cáncer. Sommer cree que su estrategia de ciclos de “sensibilidad colateral” puede tener relevancia también en esos campos alejados de su experimentación.
“En el caso del cáncer”, sigue diciendo a este diario, “se sabe también que el desarrollo de resistencia a la quimioterapia en el tumor puede resultar en sensibilidad colateral (hipersensibilidad a un fármaco distinto); de acuerdo con esto, también vemos un potencial notable para aplicar los ciclos de sensibilidad colateral a los tratamientos del cáncer”.
En la variedad no solo está el gusto: también la vida.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Bacterias procedentes del intestino de bacterias de humanos delgados pueden adelgazar a ratones gordos

Un estudio publicado en la revista Science añade las bacterias intestinales a la lista de las posibles causas de la obesidad.
El intestino es el hogar de trillones de bacterias que ayudan al cuerpo humano a degradar y utilizar la comida. Previamente ya había sido observado que la población bacteriana variaba significativamente entre personas, e incluso entre gemelos idénticos.
Gordon-Ridaura
 Jeffrey Gordon, de la Washington University en St. Louis tomó bacterias de parejas de gemelos idénticos, uno de ellos gordo y el otro delgado y mediante transplante fecal los introdujo en ratones clonados, es decir iguales genéticamente, liberados previamente de sus bacterias mediante tratamiento antibiótico.
 Los resultados indicaron que las bacterias juegan de hecho un papel importantísimo: los ratones que adquirieron las bacterias del gemelo gordo engordaron y desarrollaron problemas metabólicos relacionados con la resistencia a la insulina, incluso cuando fueron alimentados sólo con comida de ratones baja en grasa.

Cuando los investigadores pusieron a los ratones gordos y delgados juntos en la misma jaula éstos hicieron lo que hacen normalmente los ratones que es comerse cacas de sus compañeros. Los ratones son así. Al mezclar sus floras intestinales los ratones gordos se volvieron delgados. Es decir las bacterias de los ratones delgados ganaron por goleada en los intestinos de los ratones gordos.

Entonces, ¿La obesidad es cuestión simplemente de bacteria intestinal? Pues no. Las bacterias "delgadas", específicamente un grupo llamado Bacteroidetes,  sólo fue capaz de triunfar cuando la dieta que comían los ratones gordos era baja en grasa. Cuando los ratones gordos se alimentaban de una dieta rica en grasas, similar a la dieta típica americana, entonces los ratones gordos continuaban gordos como focas.
Bacteroides biacutis
Bacteroides biacutis

"El alimentarse con una dieta equilibrada ayudó a las bacterias asociadas con la delgadez a colonizar con rapidez el intestino. Pero una dieta saturada en grasa y baja en frutas y vegetales impidió la proliferación de bacterias asociadas con la delgadez. Esto es importante si queremos utilizar probióticos como tratamiento para la obesidad" dijo Jeff Gordon.

No vamos a tardar mucho en ver Bacterioides a la venta en el supermercado

Pero los compradores deben estar prevenidos. Los estudios con ratones están lejos de ser definitivos. El próximo paso de Jeff Gordon y su equipo será crecer microbios en el laboratorio y mezclarlos en combinaciones que tengan efectos metabólicos en humanos.

lunes, 16 de septiembre de 2013

El Instituto Butantan de Sâo Paulo produjo toxina botulínica para la dictadura de Pinochet

Las armas químicas que el dictador chileno Augusto Pinochet usó para envenenar a sus adversarios políticos se llamaban neurotoxinas botulínicas y fue el Gobierno de la dictadura militar brasileña quién se la proveyó.
El balance oficial de muertos durante los 17 años en que el dictador chileno estuvo en el poder (1973-1990) fue de 3.225 muertos y desaparecidos, además de los 37.000 presos políticos. Parte de esas muertes fueron provocadas por envenenamiento con el arma bioquímica llegada desde Brasil, un veneno mucho más fuerte que el cianuro. La neurotoxina botulínica produce intoxicación con parálisis y lleva a la muerte por asfixia.
Como es sabido, Brasil apoyó el golpe militar chileno de 1973. El entonces Gobierno militar de Brasilia ofreció plena ayuda a Pinochet, desde financiera a diplomática. Ambos Gobiernos dictatoriales continuaron socorriéndose mutuamente durante los años de la represión.
Lo que era menos conocido y que es indagado por los actuales Gobiernos democráticos de Brasil y Chile es la ayuda bioquímica que Brasil ofreció a Pinochet para poder eliminar con mayor eficacia a sus adversarios políticos, como informa el diario brasileño O Globo.
Para disimular el contrabando de la toxina obtenida en Brasil se usó como fachada el Instituto Bacteriológico chileno, hoy Instituto de Sanidad Pública (IPS). Ha sido la médica, Ingrid Heltmann Ghigliotto, exdirectora del IPS que estuvo presa durante el régimen militar, quien ha contado a la agencia DPA que encontró en los sótanos del instituto dos cajas con ampollas de toxinas botúlicas del Instituto Butantan de Sâo Paulo, que hubiesen sido suficientes para matar a la mitad de los habitantes de Santiago de Chile.
El Ministerio de Sanidad de Brasilia afirma que no posee registros de envíos al antiguo Instituto Bacteriológico de Santiago. A su vez, en Sâo Paulo, el Instituto Butantan dice que no le consta el envío de anatoxina botúlica a Chile en la década de los 70 a los 80.
Fue la CIA la primera que habría descubierto en 1978 el interés del dictador chileno por el uso de armas químicas como las que le llegaban desde Brasil para eliminar con mayor eficacia a sus adversarios.
Mientras comienza a identificarse a los chilenos involucrados en la historia, se desconocen aún los colaboradores en Brasil que ofrecieron a Pinochet la toxina mortífera. En este país están en curso los trabajos de la Comisión de la Verdad, creada por la presidenta Dilma Rousseff para esclarecer todos los crímenes perpetrados durante la dictadura militar que aún siguen ocultos o en el olvido. Podría ser una ocasión para conocer a ciencia cierta la verdad y la envergadura sobre estas informaciones que la justicia chilena está investigando.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Vacunas exitosas al margen de las farmacéuticas

Publicado en Materia por

Una revolucionaria vacuna contra la meningitis, elaborada al margen de las multinacionales, muestra un 94% de eficacia en una campaña masiva en el centro de África


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Cola para vacunarse contra la meningitis en la región de Yamena (Chad) Ampliar
Cola para vacunarse contra la meningitis en la región de Yamena (Chad) / Rodrigue Barry/WHO
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Derrotar a una bacteria que paraliza a niños y jóvenes, que los deja sordos, que infecta sus piernas y brazos hasta provocar amputaciones o los mata a millares es un éxito por sí solo. Pero, en el caso de la nueva vacuna contra la meningitis que ha reducido un 94% los casos tras una campaña de vacunación a casi dos millones de personas, es además el triunfo de un modelo. Es la demostración de que una aterradora enfermedad infecciosa se puede derrotar sin la ayuda de multinacionales farmacéuticas, habitualmente alejadas de los países más pobres, sin oportunidad de beneficios económicos.
“En este proyecto no han participado grandes farmacéuticas”, recalca el epidemiólogo británico Martin Maiden, de la Universidad de Oxford. Su equipo ha trabajado en una de las regiones más empobrecidas del planeta, el llamado “cinturón de la meningitis”, que cruza el África negra desde Senegal a Etiopía atravesando más de una veintena de países. Unos 450 millones de personas están en riesgo de sufrir esta grave infección bacteriana de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal.
En ese cinturón, durante la estación seca, entre diciembre y junio, los vientos y las frías noches facilitan la transmisión por toses y estornudos de las bacterias culpables de la meningitis, desencadenando mortales epidemias. El último brote tuvo lugar en 2009, cuando 14 países registraron unos 88.000 casos, con más de 5.000 muertes.

Una enfermedad mortal

El equipo de Maiden viajó a Chad en diciembre de 2011 para administrar la nueva vacuna a 1,8 millones de personas en apenas 10 días. En las regiones vacunadas, situadas alrededor de la capital, Yamena, el año siguiente sólo se registraron 2,48 casos por cada 100.000 personas. Sin embargo, en las regiones que se quedaron fuera de esta vacunación masiva hubo 43,8 casos por cada 100.000 ciudadanos. La vacuna redujo un 94% los casos de esta enfermedad, que es mortal para la mitad de los pacientes no tratados.

«Nuestros clientes son los niños africanos»


Marc LaForce
Primer director del Proyecto Vacuna de la Meningitis
“Es un tremendo éxito, un paso adelante fantástico”, resume Maiden. La vacuna es la llamada MenAfriVac, impulsada desde 2001 por el Proyecto Vacuna de la Meningitis, un consorcio entre la Organización Mundial de la Salud y la organización sin ánimo de lucro PATH, con sede en Seattle (EEUU). La Fundación Gates ha puesto unos 65 millones de euros en la iniciativa.
“Estén las personas que estén, sea lo que sea lo que hagamos, sean cuáles sean los desafíos que afrontemos, debemos recordar quiénes son nuestros clientes. Y nuestros clientes son los niños africanos”, declaró el primer director del proyecto, Marc LaForce, en tremendo contraste con la acción de las multinacionales farmacéuticas, volcadas en las enfermedades de los países ricos.

EEUU e India

La vacuna, desarrollada en laboratorios públicos de EEUU y producida en India, sólo funciona contra la meningitis A, el tipo más habitual en África. En las zonas vacunadas no se detectó ni un solo caso de meningitis A al año siguiente. Pese a la euforia, Maiden recuerda el camino que queda por recorrer. “Necesitamos establecer un programa de vigilancia para conocer exactamente cuánto tiempo de protección confiere la vacuna. Esperamos que esté en torno a 10 años. Además, debemos asegurarnos de que otros tipos de meningitis no ocupan el hueco dejado por la meningitis A eliminada”, explica el epidemiólogo.
Sólo el 1,4% de los 150.000 ensayos clínicos actuales se dedica a las enfermedades de los más pobres
La vacuna se ha administrado masivamente desde 2010 en otros países, como Burkina Faso, pero hasta ahora no se había comprobado científicamente su eficacia exacta. Los resultados de la campaña de Chad se publican hoy en la revista médica The Lancet. En el estudio también han participado la ONG Médicos Sin Fronteras y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, entre otras instituciones.
“El Proyecto Vacuna de la Meningitis muestra que una enfermedad infecciosa puede ser combatida sin la ayuda de compañías multinacionales, con poco interés en mercados que ofrecen pocos márgenes de beneficio”, opina en The Lancet el microbiólogo alemán Johannes Elias, ajeno al proyecto. Sólo el 1,4% de los 150.000 ensayos clínicos registrados en todo el mundo en 2011 estaban dedicados a las enfermedades de los más pobres.


REFERENCIA
'Effect of a serogroup A meningococcal conjugate vaccine (PsA–TT) on serogroup A meningococcal meningitis and carriage in Chad: a community trial' DOI: 10.1016/S0140-6736(13)61612-8

viernes, 6 de septiembre de 2013

Adelgazando con bacterias

 El investigador de la Universidad de Washington en St Louis Jeff Gordon y la estudiante de doctorado Vanessa Ridaura en el laboratorio

Las bacterias intestinales como un nueva causa de obesidad

A estas alturas todo el mundo sabe que la obesidad es el camino seguro hacia el infarto, el ictus, el cáncer y todos los demás jinetes del Apocalipsis, pero el único remedio eficaz conocido contra ella —pasar hambre y penalidades— sigue sin gozar de la aceptación fervorosa por la población que los médicos desearían. Los científicos dan a conocer hoy un posible remedio del futuro inmediato: tragarse las bacterias adecuadas. Puede parecer una guarrería, pero peor aún es morirse de cualquier cosa horrible. Si está usted gordo, lea lo que sigue.
En el experimento, que presenta la revista Science, los intestinos los ponen los ratones, pero las bacterias las ponen los humanos. En concreto, parejas de gemelos humanos que, pese al enorme parecido que tienen entre sí, discrepan en lo más importante a estos efectos: uno está gordo y el otro flaco. Tras saber esto, la investigación se resume fácilmente: los ratones han sido manipulados para no tener bacterias en el intestino; pues bien: si les metes bacterias intestinales del gemelo gordo, engordan; y si se las metes las del gemelo flaco, adelgazan. Así de simple.
Vanessa Ridaura, Jeffrey Gordon y sus colegas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en Saint Louis, el CNRS en Marsella, la Universidad de Copenhague y otra media docena de instituciones que han intervenido en el trabajo publicado en Science consideran sus resultados un paso importante hacia las terapias probióticas contra la obesidad. Aunque muchos lectores tendrán archivado el término probiótico en la misma carpeta mental que el crecepelo de las películas del oeste, la investigación de hoy tiene todos los papeles en regla y es probablemente la primera que puede convertir ese concepto en una estrategia biomédica útil.

Los bacilos del gemelo delgado hicieron adelgazar a los ratones gordos
Estudios anteriores de secuenciación genómica (lectura de los genes) habían indicado que la obesidad de una persona está influida por la variedad de los genes microbianos que contiene su intestino grueso. De hecho, el efecto beneficioso de las frutas y verduras se debe, probablemente, a que una dieta rica en fibra estimula la diversidad bacteriana en el tubo digestivo.
El trabajo dirigido por los científicos de Washington va mucho más allá al demostrar directamente que los microbios del intestino humano transmiten —al menos a los ratones— cualidades como el hecho de estar gordo o delgado. Y el cuidadoso diseño experimental con parejas de gemelos ha permitido empezar a identificar los microbios concretos implicados en el milagro. Por ejemplo, las bacterias del género bacteroides, un grupo de bacilos gram-negativos, tienen efectos particularmente beneficiosos al proteger a los ratones contra las consecuencias de la acumulación de grasa corporal.
Los investigadores de Washington observaron ya en sus experimentos iniciales que los ratones que recibían por transplante fecal los microbios de los gemelos gordos acumulaban más grasa que sus colegas —los que los recibieron de los gemelos delgados—, y ello con independencia de la dieta que tomaban los animales. Se preguntaron entonces cuáles eran los componentes responsables de ese efecto.
La dieta típica occidental, mucha grasa y poca fibra, no serviría
Y el siguiente experimento fue lo que el coordinador del trabajo, Jeffrey Gordon, director del Centro de Ciencias Genómicas y Biología de Sistemas de la Universidad de Washington, llama sonoramente “la batalla de los microbiota”. Consiste en criar juntos ambos tipos de ratones para que se intercambien sus bacterias intestinales. “Los ratones, por expresarlo con delicadeza, se intercambian sus microbios fácilmente”, dice Gordon. Estos animales, como muchos otros, tienen la costumbre de comerse los unos las heces de los otros.
El resultado fue que, tras solo 10 días de cohabitación coprofágica, los ratones gordos adquirieron los rasgos de sus vecinos flacos. No solo adelgazaron, sino que sus indicadores metabólicos, que se habían disparado a la zona roja de la escala tras recibir los microbios del gemelo gordo, empezaron a normalizarse, aproximándose a los de los ratones flacos cuyas heces se habían comido. Así de estimulante es la vida en una comunidad de roedores de laboratorio.
No todo son buenas noticias, sin embargo, porque el efecto protector observado en la anterior “batalla de los microbiota” no se da si los ratones gordos reciben una dieta occidental típica, a base de mucha grasa y poca fibra. Las bacterias de los gemelos delgados hacen adelgazar a los ratones gordos, pero solo con dietas vulgares que no se conviertan en un festival lipídico. “Ahora tenemos una estrategia para identificar las interacciones relevantes entre la dieta, la masa corporal y los microbios intestinales”, dice Gordon, “y pensar sobre las cualidades de nuestras dietas insanas que pueden estimular a las bacterias a que hagan el trabajo necesario para mejorar nuestro bienestar”.
Esperemos que la coprofagia no sea el factor determinante.

En un esfuerzo para aislar la contribución de las bacterias a la obesidad, los investigadores tomaron bacterias procedentes de gemelos humanos idénticos, uno gordo y el otro delgado y las introdujeron por transplante fecal en ratones clonados, es decir idénticos, a los que previamente se les había eliminado las bacterias con tratamiento antibiótico.



Referencia:
Gut Microbiota from Twins Discordant for Obesity Modulate Metabolism in Mice. Science 6 September 2013.Vol. 341 no. 6150. Vanessa Ridaura et al.


La guerra bacteriologica: sus antecedentes

Estados Unidos ha desplegado su arsenal de armas químicas y biológicas contra Filipinas, Puerto Rico, Vietnam, China, Corea del Norte, Vietnam, Laos, Camboya, Cuba, Canadá y haitianos emigrantes, además de exponer a cientos de miles de ciudadanos estadounidenses a una asombrosa variedad de agentes infecciosos y productos químicos tóxicos, matando a docenas de personas. 
Los experimentos de EE.UU. con armas biológicas se remontan a la distribución de mantas infectadas con gérmenes del cólera entre pueblos indígenas de Norteamérica en la década de 1860. En 1900, médicos del ejército de EE.UU. infectaron en Filipinas a cinco prisioneros con una variedad de plagas y 29 prisioneros con Beriberi. Al menos cuatro de esas personas murieron. En 1915, un doctor cuyo trabajo estaba financiado por el gobierno, expuso a 12 prisioneros en Mississippi a la pelagra, una enfermedad que produce discapacidades al atacar el sistema nervioso central.
Después de la I Guerra Mundial, EE.UU. desarrolló un amplio abanico de armas químicas, produciendo millones de barriles de gas mostaza y lewisite. Miles de soldados estadounidenses fueron expuestos a estos agentes químicos para "probar la eficacia de las máscaras antigás y de los trajes protectores". La Agencia para Veteranos de Guerra se negó a reconocer los reclamos por discapacidad presentados por las víctimas de tales experimentos. El ejército también usó gas mostaza para reprimir manifestaciones anti-EE.UU. en Puerto Rico y las Filipinas en las décadas de 1920 y 1930.
En 1931, el Dr. Cornelius Rhoads, quien entonces trabajaba para el Instituto Rockefeller de Investigaciones Médicas, inició sus espantosos experimentos con cáncer en Puerto Rico, inoculando células cancerígenas en docenas de personas -que desconocían por completo la naturaleza de los experimentos. Al menos trece de las víctimas murieron. Posteriormente, Rhoads dirigió la división de Armas Biológicas del Ejército de EE.UU. y formó parte de la Comisión de Energía Atómica, donde supervisó experimentos con radiaciones realizados con miles de ciudadanos estadounidenses. En memos al Ministerio de Defensa, Rhoads expresó su opinión de que los disidentes de Puerto Rico podrían ser "erradicados" con el oportuno uso de bombas bacteriológicas.
En 1942, médicos del ejército y de la armada de EE.UU. infectaron con malaria a 400 prisioneros en Chicago, un experimento diseñado para obtener "un perfil de la enfermedad y desarrollar un tratamiento contra ella". La mayoría de los presos eran afroamericanos y ninguno recibió información sobre los riesgos que corrían. Estos experimentos con la malaria en Chicago fueron invocados en la defensa de médicos nazis en el juicio de Nuremberg.
Al finalizar la II Guerra Mundial, el ejército de EE.UU. contrató al Dr. Shiro Ishii, jefe de la unidad de guerra biológica del Ejército Imperial de Japón. El Dr. Ishii había empleado una variedad de agentes químicos y biológicos contra tropas chinas y de los aliados. También manejaba un importante centro de investigación en Manchuria, donde se realizaban experimentos con armas biológicas usando a prisioneros de guerra chinos, rusos y estadounidenses. Ishii infectó a los prisioneros con tétanos; les dio tomates contaminados con tifoidea; infectó pulgas con plagas; inoculó la bacteria que produce sífilis en un grupo de mujeres; realizó disecciones en prisioneros vivos; e hizo explotar bombas bacteriológicas sobre docenas de hombres estaqueados. Como resultado de una negociación con el General Douglas MacArthur, Ishii le entregó al ejército de EE.UU. más de 10.000 páginas de sus "datos investigativos", eludió un juicio por crímenes de guerra y fue invitado a dar una conferencia en Fort Detrick, el centro de armas biológicas del ejército de EE.UU. en Frederick, Maryland.
En 1950, la armada de EE.UU. fumigó grandes cantidades de Serratia marcescens, un agente bacteriológico, sobre San Francisco, causando el brote de una enfermedad similar a la neumonía y provocando la muerte de, al menos una persona, Ed Nevins.
Un año después, el Primer Ministro de China, Chou En-lai denunció que los militares y la CIA de EE.UU. habían usado agentes biológicos contra Corea del Norte y China. Chou presentó declaraciones de 25 prisioneros de guerra estadounidenses que respaldaron su reclamo de que EE.UU. había lanzado plumas contaminadas con ántrax, mosquitos y pulgas portadores de fiebre amarilla y volantes contaminados con cólera sobre Manchuria y Corea del Norte.
De 1950 a 1953, el ejército de EE.UU. lanzó nubes químicas sobre seis ciudades de EE.UU. y Canadá. Las pruebas tenían la finalidad de hacer tests de patrones de dispersión de armas químicas. Los registros del ejército señalan que los componentes usados en Winnipeg, Canadá, donde se registraron numerosos casos de enfermedades respiratorias, incluían cadmio, un químico altamente tóxico.
En 1951, el ejército de EE.UU. contaminó de manera secreta el Centro de Abastecimiento Naval de Norfolk, en Virginia, con una bacteria infecciosa. Se escogió un tipo especial de bacteria a la que los afroamericanos eran más susceptibles que los blancos. Un experimento similar ocurrió un año más tarde en el Aeropuerto Nacional de Washington, DC. La bacteria, se determinó después, había estado conectada con envenenamientos del torrente sanguíneo y de alimentos, y con problemas respiratorios.
Savanna, Georgia, y Avon Park, Florida, fueron el foco de repetidos experimentos con armas biológicas en 1956 y 1957. Investigadores del ejército en armas químicas y biológicas lanzaron millones de mosquitos en dos pueblos para poner en prueba la habilidad de los insectos para transmitir la fiebre amarilla y el dengue. Causaron la enfermedad de cientos de residentes, que sufrieron episodios de fiebre, problemas respiratorios, encefalitis, muerte fetal y tifoidea. Los investigadores del ejército fingieron ser empleados de salud pública para fotografiar a las víctimas y hacer tests con ellos. Se reportaron varias víctimas fatales.
En 1965, el ejército de EE.UU. y la Dow Chemical Company inyectaron dioxina en 70 prisioneros (la mayoría afroamericanos) de la prisión estatal Holmesburg, en Pennsylvania. Los presos presentaron lesiones graves, y no recibieron tratamiento durante siete meses. Un año después, el ejército de EE.UU. lanzó la operación de guerra química más ambiciosa en la historia.
De 1966 a 1972, EE.UU. lanzó más de 12 millones de galones de Agente Naranja (un herbicida con dioxina) sobre aproximadamente 1,82 millones de hectáreas en Vietnam del Sur, Laos y Camboya. El gobierno de Vietnam estimó que el Agente Naranja causó la muerte de más de 500.000 civiles. El legado continúa con altos niveles de defectos congénitos en áreas que habían sido saturadas con químicos. Decenas de miles de soldados estadounidenses también se cuentan entre las víctimas del Agente Naranja.
En un experimento que continúa con la categoría de "clasificado" hasta hoy, el ejército de EE.UU. fumigó con un agente bacterial no identificado el sistema de transporte subterráneo de Nueva York en 1966. Se desconoce si el test causó algún tipo de enfermedad.
Un año después, la CIA colocó una sustancia química en las fuentes de agua potable de la sede central de la Agencia de Alimentos y Medicamentos en Washington, DC. El test había sido diseñado para comprobar si era posible envenenar el agua potable con LSD u otros alucinógenos.
En 1969, el Dr. D.M. McArtor, vicedirector de Investigación y Tecnología del Ministerio de Defensa, solicitó al Congreso $10 millones de dólares para desarrollar un agente biológico sintético que sea resistente "a los procesos inmunológicos y terapéuticos de los que dependemos para mantener una libertad relativa de las enfermedades infecciosas".
En 1971, los primeros casos documentados de gripe porcina en el hemisferio occidental ocurrieron en Cuba. Un agente de la CIA posteriormente (en marzo de 1991) admitió que había recibido instrucciones para entregar el virus a exiliados cubanos en Panamá, quienes luego lo transportaron hasta Cuba. Esta asombrosa admisión recibió escasa atención de la prensa estadounidense.
En 1980, cientos de hombres haitianos, que habían sido prisioneros en campos de detención en Miami y Puerto Rico, presentaron síntomas de ginecomastia después de haber sido inyectados con "hormonas" por médicos de EE.UU. Ginecomastia es una patología en la que el tejido del seno masculino se agranda.
En 1981, Fidel Castro acusó a la CIA de ser la responsable de un brote de dengue hemorrágico en Cuba. El dengue hemorrágico mató a 188 personas, incluyendo 88 niños. En 1988, un líder del exilio cubano llamado Eduardo Arocena admitió haber transportado "algunos gérmenes" a Cuba en 1980.
Cuatro años después, una epidemia de dengue hemorrágico azotó Managua, Nicaragua. Casi 50.000 personas se enfermaron y docenas murieron. Este fue el primer brote de dengue hemorrágico en Nicaragua. Ocurrió en el momento más álgido de la guerra contra el gobierno sandinista y después de una serie de vuelos bajos de "reconocimiento" sobre la ciudad capital.
En 1996, el gobierno de Cuba acusó nuevamente a EE.UU. de "agresión biológica". Esta vez por la presencia de un insecto que destruye los cultivos de papa, las palmeras y otras plantas. El insecto, Thrips palmi, apareció por primera vez en Cuba el 12 de diciembre de 1996, poco después de que vuelos rasantes de aviones fumigadores de EE.UU. sobrevolaran la isla. EE.UU. logró frenar una investigación de Naciones Unidas sobre el incidente.
Al finalizar la Guerra del Golfo, el ejército de EE.UU. hizo estallar un depósito de armas químicas iraquíes en Kamashiya. En 1966, el Ministerio de Defensa finalmente admitió que más de 20.000 militares de EE.UU. habían sido expuestos a gases VX y sarín a raíz de la operación realizada en Kamashiya. Eso podría ser una de las causas de la llamada "enfermedad de la Guerra del Golfo". Otra de las causas fue, sin duda, la inoculación experimental de vacunas en más de 100.000 militares.
JEFFREY ST. CLAIR es el editor de CounterPunch y autor de Been Brown So Long It Looked Like Green to Me: the Politics of Nature, Grand Theft Pentagon y Born Under a Bad Sky. Su último libro es Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion. Puede ser contactado en: sitka@comcast.net.
Este ensayo es un fragmento de su libro Grand Theft Pentagon 

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/09/03/germ-war-the-us-record-2/

lunes, 2 de septiembre de 2013

La genómica de la tuberculosis nos muestra sus debilidades

Artículo original en El Mundo.


A primera vista, la tuberculosis no parece una enfermedad problemática. Existen tratamientos que logran la curación total y, pese a que el 50% de la población mundial está infectada por el bacilo que provoca el trastorno -denominado 'Mycobacterium tuberculosis- sólo entre un 5 y un 10% de los contagiados desarrollará la enfermedad. Sin embargo, cuando se la observa un poco más de cerca, se descubre enseguida que la tuberculosis es, en realidad, un escollo difícil de salvar.
En los últimos años, las cepas resistentes a fármacos han aumentado mucho, sobre todo en países donde el sida es una lacra importante, como en los de África, y también en aquellos donde el hacinamiento y un mal tratamiento fortalece a las bacterias, como ocurrió en Rusia. Pero no son esos los únicos lugares en los que las resistencias se hacen fuerte. En países como el nuestro -con unos 50 casos al año- también dan la cara.
El problema de estas 'megabacterias' es, por un lado, el aumento del coste del tratamiento que precisan y, por otro, la posibilidad de que se empiecen a diseminar más fácilmente y volvamos a una situación anterior a la 'era' de los antibióticos.
Esa situación es la que pretenden evitar diferentes grupos de investigación en todo el mundo con el análisis del genoma de las diferentes cepas del 'M. tuberculosis'. Aunque en los últimos años se han publicado varios estudios sobre el tema, ahora la revista 'Nature Genetics' acaba de publicar el mayor trabajo de secuenciación del genoma del bacilo de la tuberculosis.

Una mina de información

Realizado por grupos de diferentes países, entre los que se encuentra España, esta macro investigación ha sido señalada por algunos científicos como una mina de información sobre cómo el patógeno ha evolucionado en el tiempo y qué mutaciones en su genoma le han permitido crear resistencias frente a los actuales tratamientos.
"Hasta ahora se habían secuenciado aproximadamente unos 22 genomas de tuberculosis. Con este trabajo, tenemos la información de más de 400 cepas nuevas. Estos estudios reflejan el miedo, la preocupación, de que el bacilo se adapte tan bien que se vuelva al pasado, sin que ningún tratamiento sea eficaz para combatirlo", afirma Carlos Martín, investigador del Grupo de Genética de Micobacterias del CIBER de Enfermedades Respiratorias, quien con este grupo y también desde del departamento de Microbiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza se está dedicando al desarrollo de una nueva vacuna contra esta enfermedad, que actualmente está en pruebas.
Porque la historia de la tuberculosis es la historia del ser humano, tal y como refleja uno de los trabajos que se publican ahora y que ha sido dirigido por el español Iñaki Comas, de la Unidad de Salud y Genómica del Centro de Investigación de Salud Pública de Valencia. Tras el estudio de 259 aislados clínicos de la bacteria (procedentes de muestras de pacientes) de diferentes zonas geográficas (África, Europa, América, Asia...) y su secuenciación genómica masiva, el equipo de Comas ha podido determinar que la asociación entre la bacteria de la tuberculosis y los humanos se data en unos 70.000 años, antes de que los humanos dejaran África.
"Demostramos importantes paralelismos entre la distribución geográfica actual de las diferencias entre aislados clínicos de la bacteria y de las poblaciones humanas. Esto sugiere que la bacteria acompañó a los humanos que salieron de África y poblaron el resto del mundo, ha sido capaz de adaptarse de poblaciones humanas muy pequeñas y nómadas en África a tribus más sedentarias, coincidiendo con el desarrollo de la agricultura y ganadería, que se asentaron en poblados más o menos permanentes dando lugar a una explosión demográfica y a un fuerte incremento de la densidad poblacional hace 10.000 años, en el periodo conocido como Neolítico", explica Comas.
Por este motivo, afirma este investigador, se podría decir que el éxito de la humanidad ha dado lugar también al éxito de la bacteria y, por consecuencia, a un mayor número de casos de la enfermedad y de muertes. Porque en sus inicios, la 'M. tuberculosis' era menos virulenta pues era su estrategia para evitar su extinción, ya que el único reservorio, el único hábitat, para esta bacteria es el humano. A medida que la densidad poblacional fue mayor y el número de hospedadores no fue un problema limitante, el patógeno empezó a hacerse más agresivo.

Claves contra las resistencias

A lo largo de esa evolución, la bacteria ha ido acumulando al menos 30.000 variaciones en su genoma, que tampoco son muchas si se la compara con otros patógenos, y quizás se deba a que su replicación es lenta "y, porque al estar asociada al humano, se pierde mucho polimorfismo [cambios en el ADN]", señala el investigador valenciano.
La secuenciación genómica masiva de este bacilo no sólo ha permitido conocer los cambios que han originado su historia 'familiar' sino también las variaciones genómicas y los genes involucrados con las resistencias a los fármacos. Así, en el estudio dirigido por Maha Farhat, del Hospital General de Massachusetts (EEUU), en el que secuenciaron el genoma de 123 cepas del bacilo, identificaron 39 regiones genómicas relacionadas con resistencias. "Algunas de ellas tienen funciones desconocidas, pero el resto están asociadas con el mantenimiento de la pared celular y con enzimas que reaccionan a fármacos para compensar su acción o generar directamente resistencias", explica a EL MUNDO Farhat.
En la misma línea ha ido el trabajo del equipo de David Allan, del departamento de Enfermedades Infecciosas de la Universidad Rutgers, en New Jersey (EEUU), pero centrándose en aquellas mutaciones genéticas que confieren resistencia a uno de los fármacos de primera línea en el tratamiento de la tuberculosis, el etambutol. "Nuestro estudio contradice la creencia común de que las resistencias a los fármacos están causadas por mutaciones de un único paso. Lo que hemos visto, al menos con el etambutol, es que el proceso es complejo", señalan en el artículo estos investigadores.
Pero, ¿qué relevancia clínica podrían tener estos datos? "Esperamos que estas mutaciones se puedan utilizar para ampliar las herramientas de diagnóstico utilizadas actualmente", afirma Farhat. Con las nuevas técnicas moleculares, como las utilizadas en estos trabajos, se obtiene un resultado mucho más rápido y con un menor riesgo de peligro biológico. "También esperamos que estas mutaciones puedan ampliar nuestra comprensión de cómo se desarrollan las resistencias a los medicamentos allanando el camino para conseguir mejores formas de tratar la tuberculosis resistente e incluso lograr la prevención de la farmacorresistencia", indica esta especialista.
Una aspiración necesaria ya que, según estudios previos, la prevalencia de tuberculosis multirresistente y extremadamente resistente alcanza o supera el 10% en algunos lugares. Cuando un caso así aparece las opciones para tratarle son limitadas, caras y difíciles: los fármacos necesarios pueden costar hasta 200 veces más que los que se usan para la tuberculosis común. Además, la duración del tratamiento debe ser de dos años, frente a los seis meses en los casos más simples, y los efectos secundarios pueden ser graves como la sordera o la psicosis.

Situación en España

Sofía Samper, del Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud (Zaragoza) y miembro del CIBERES, está al frente de la base de datos Nacional e Iberoamericana de tuberculosis multirresistente que identifica el número de este tipo de cepas que circulan en España desde que fue creada en 1998, junto con el Instituto de Salud Carlos III. "Hay más de 500 registradas. Tenemos una media de casos de unos 50 al año, aunque hemos comprobado que, en los últimos años, hay menos, probablemente coincidiendo con la salida de inmigrantes del país", afirma.
La idea, o el impulso, para crear este registro vino propiciada por el brote que se produjo en nuestro país en los años 90 de una cepa extremadamente resistente. "Desde entonces, además de la base de datos, se crearon en los hospitales habitaciones separadas, con un sistema especial de ventilación, para que el paciente permanezca allí aislado hasta que su enfermedad deje de ser contagiosa, lo que se consiguen en una o dos semanas desde el inicio del tratamiento en los casos de cepas sensibles, porque si son multirresistentes la atención que requerirá hasta dos meses".
Estas mejoras en el tratamiento y vigilancia han propiciado que, en los últimos años y tras la estabilización de la epidemia de VIH en España, los casos de tuberculosis se hayan estabilizado y sigan la tendencia paulatina a disminuir.
"Ahora tenemos unos 15 episodios por 100.000 habitantes. Un tercio o algo más se dan en inmigrantes, que venían ya infectados de su país o que han adquirido la cepa aquí. Pero tenemos la suerte de que hay muchos grupos que están trabajando muy bien, tanto desde el punto de vista básico como aplicado. Hay grupos potentes que están investigando en una vacuna y también en epidemiología. Creo que ese esfuerzo nos ha librado de estar teniendo más problemas", señala Emilio Bouza, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Coincide con su punto de vista Juan Ruiz Manzano, jefe del servicio de Neumología del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, quien subraya que en nuestro país se está produciendo un "descenso lento y progresivo del número de casos y una concentración de estos en las grandes ciudades", como ocurre en la mayoría de los países desarrollados.
Para este especialista, pese a los avances, es fundamental no bajar la guardia, sobre todo con la tuberculosis resistente. "En general las resistencias siempre son producto de la mano del hombre. Se producen por un tratamiento mal indicado o por un abandono prematuro de la medicación por parte del paciente. Y hay que estar atentos para prevenir esta posibilidad", concluye.

En busca de la vacuna

Cada año se producen más de nueve millones de nuevos casos de tuberculosis en el mundo y aproximadamente dos millones de personas mueren por culpa de esta enfermedad, según datos de la Organización Mundial de la Salud. A pesar de que existen tratamientos efectivos frente al bacilo responsable, la duración necesaria de esta terapia, seis meses en el mejor de los casos, y la aparición de resistencias a dos o más fármacos está dando lugar a que cada vez sean más los pacientes infectados por estas cepas. Este hecho supone la imposibilidad de llevar a cabo un tratamiento en algunos puntos del planeta, ya que debe prolongarse durante dos años y su coste es imposible tanto para el paciente como para los sistemas sanitarios de los países en desarrollo. De ahí, que muchos grupos se centren en la búsqueda de una vacuna más eficaz contra la tuberculosis.
Uno de ellos es el liderado por Carlos Martín que, aunque no es el único involucrado en esa lucha sí aporta una propuesta diferente. Los otros equipos investigadores están centrados en la mejora de la actual e ineficiente vacuna BCG (Bacilo de Calmette y Guerin), una cepa obtenida a partir de un bacilo tuberculoso aislado de vacas, y tratada para disminuir su patogenicidad para los humanos. "Nuestra vacuna se basa en una cepa humana, que tienen más de 100 genes distintos al de la BCG. Se trata de una cepa muy atenuada, que se adapta tanto al organismo humano que no produce una enfermedad, pero sí es visible para el sistema inmunológico. El objetivo es que esa vacuna entrene a este sistema de las defensas, para que esté alerta y proteja frente a las cepas humanas".
El pasado mes de octubre se autorizó el primer ensayo con esta vacuna, para comprobar su seguridad y capacidad inmunogénica en 36 voluntarios adultos sanos en el Complejo Hospitalario de la Universidad de Vaudois (Lausana, Suiza). "Esperamos que los primeros resultados de seguridad estarán en octubre y para el próximo año se esperan los datos de inmunogenicidad", asegura este experto. De conseguirse resultados positivos, sería la primera vacuna contra la tuberculosis con una cepa humana atenuada, desarrollada por una empresa española Biofabri, que cuenta con el apoyo económico de la Fundación Bill & Melinda Gates y con el de la Iniciativa Europea contra la Tuberculosis (TBVI). No obstante, como explica el 'padre' de la vacuna, se trata de un proyecto europeo que quiere "ver si este producto es tan bueno en humanos como se ha visto en animales".