El barro es fascinante porque es tierra que puede cobrar forma. Podemos construir casas de adobe; fabricar recipientes; obras de arte, filtros con los que eliminar bacterias y virus y así potabilizar el agua; lo podemos ingerir para mitigar el hambre como hacen en Haití. De entre el barro se dice que se originó la vida. Una teoría sobre el origen de la vida apunta a que las primeras células eran láminas de filosilicatos (el mineral que da lugar a las arcillas) que contenían en su interior ARN.
UNA ARCILLA QUE MATA BACTERIAS
Investigadores de la Universidad de la Columbia Británica (UBC), Julian Davies y Shekooh Behroozian, han demostrado recientemente que una arcilla en disolución puede matar bacterias. He dicho demostrado porque quienes descubrieron esta propiedad bactericida fueron los indígenas de la tribu Heiltsuk. |
La arcilla bactericida tiene un color llamativo. Esta arcilla ha sido utilizada durante siglos por la tribu Heiltsuk como remedio ancestral. Recientemente se han demostrado científicamente sus propiedades curativas. (Foto: Kisameet Glacial Clay Inc.) |
¿PODRÁ ESTA ARCILLA LLEGAR A SER UN MEDICAMENTO?
No sabemos si llegarán a descubrir un simple principio activo a partir de este barro. Sin un principio activo no podrán hacer ensayos clínicos. Los ensayos clínicos se basan en "un medicamento, un principio activo". No se hacen ensayos clínicos de compuestos complejos, con decenas de compuestos que puedan variar de una preparación a otra. Por tanto lo más probable es que esta arcilla se quede como producto cosmético o de terapias alternativas, un cajón de sastre. En ese sentido puede ser útil para tratar eccemas, acné. Es este tipo de cosas que un periodista, incluso un periodista científico no conoce y por eso se cuelan este tipo de noticias sensacionalistas. Hay una parte de la historia que no se cuenta y es el valor del conocimiento ancestral, el valor del descubrimiento de estos indígenas de las propiedades de esta arcilla.
LOS CONOCIMIENTOS ANCESTRALES NOS PROPORCIONAN LOS PRINCIPIOS ACTIVOS DE NUEVOS MEDICAMENTOS
Para llegar a descubrir que la arcilla curaba alguien en esta tribu debió de utilizar el método científico: establecer una relación causa-efecto y también comprobar la reproductibilidad de sus observaciones. No se si en el caso de esta arcilla está documentado quién fue el descubridor de estas propiedades. En el caso de la quina, descubrimiento realizado por Pedro Leiva, un indígena nacido en “Malacates”, actual provincia de Loja, Ecuador, a principios del S XVII si está documentado. Esta historia nos enseña cómo los descubrimientos "ancestrales" son ninguneados y eclipsados por la ciencia oficial. Reproduzco parte de una entrada antigua de este blog: "Este indígena de la tribu de los “Malacatus” realizó un auténtico descubrimiento científico: el alivio de los los síntomas de la malaria. Para llegar a este conocimiento, Pedro Leiva, utilizó, de manera intuitiva el método científico. Este consiste en establecer una causa-efecto. La causa era que Pedro Leiva sufría de fiebres, posiblemente originada por la malaria. Cuando se bañaba en un río concreto de su localidad, un río rodeado de unos árboles determinados, observó que sus fiebres remitían. Posteriormente le comunicó este hallazgo a otras personas de su tribu que también padecían de estas fiebres y el resultado fue el mismo: las fiebres misteriosamente desaparecían. Lo que Pedro Leiva en su razonamiento hizo fue el "Principio de reproductivilidad" de la ciencia.
OCCIDENTE "DESCUBRE" LA QUINA
Cuando el padre jesuita Juan López en su misión a Malacates contrajo una fuerte infección que le provocó fiebre, fue curado con la corteza de Kinia suministrada por un indio llamado Pedro Leiva. De esta manera, la medicina oficial, entró en contacto con el conocimiento "científico" de los indígenas malacatos. Ahora bien, lo mismo que ocurre hoy en día, este tipo de conocimiento sólo se populariza cuando llega a curar a alguien famoso. Veamos como este conocimiento se volvió popular. En 1639 Juan de Vega, médico del Virrey del Perú, enfermó de fiebre de modo que los padres jesuitas le administraron la corteza antes ya utilizada y mejoró. Cuando la esposa del Virrey del Perú, Francisca Enríquez, condesa de Chinchón, contrajo malaria, aplicaron el mismo procedimiento, obteniendo muy buenos resultados, dado que la salud de la condesa mejoró significativamente. No habían descubierto la cura de la malaria, una enfermedad que en pleno SXXI todavía no tiene cura, pero habían descubierto como aliviar sus terribles síntomas. La buena noticia de este descubrimiento de importancia mundial fue anunciada por el jesuita Alonso Messia Venegas desde Ecuador, específicamente desde Loja llegando a Roma. De esta manera, Loja, y el Ecuador, comunicaron al mundo un nuevo principio activo que vendrían a formar parte de los diez o doce medicamentos con los que contaba la medicina en el SXVII.
El medicamento fue enviado en forma de polvo, la famosa cascarilla de la quina, y pronto se volvió uno de los medicamentos más cotizados en la época, llegando a valer, la cascarilla de una corteza de un árbol ecuatoriano su peso en oro".
LA MEDICINA TRADICIONAL CHINA GANA UN PREMIO NOBEL EMPLEANDO EL MÉTODO CIENTÍFICO
Actualmente vivimos una crisis por el aumento de bacterias resistentes a los antibióticos. En este sentido este trabajo es relevante. Hay tan pocos antibióticos nuevos que los investigadores están revisando textos antiguos en busca de nuevas curas. Por ejemplo, se comprobó que una receta medieval a base de ajo y cebolla tenía propiedades antibióticas. Otro ejemplo ha sido el reciente Premio Nobel 2015 de Medicina que premió a la investigadora Tou Youyou. Youyou había encontrado en un manuscrito de más de mil años de antiguedad de la medicina tradicional china lo que ha venido a ser el sustituto de la quina en el tratamiento de la malaria. En este manuscrito se decía que el ajenjo chino (Artemisia annua) era considerado por los antiguos médicos chinos como un buen remedio contra las fiebres, posible síntoma de la malaria. Uno de los factores del éxito de esta planta fue que se pudo aislar el principio activo, es decir, el producto concreto responsable de la acción terapéutica: la artimisinina.
Ojalá haya en estas arcillas bactericidas un principio activo que pueda dar lugar a un nuevo antibiótico. Necesitamos de nuevos productos para mantener a raya a las bacterias, por supuesto, pero debemos también aprender a valorar y respetar la labor de la medicina. Con la producción industrial de los antibióticos se comenzó a utilizarlos de manera frívola, para cualquier malestar se recetaban antibióticos, o directamente se compraban en la farmacia, los veterinarios los usaban para el engorde animal. Gran parte del conocimiento médico ancestral estaba envuelto de una fase de misterio y respeto por el terapeuta y esta parafernalia era parte de la curación. El saber del médico se trasladó hacia el prestigio del producto. Tomar el producto, en este caso el antibiótico, era sinónimo de cura. Necesitamos nuevos antibióticos, si, pero también necesitamos volver a valorar el conocimiento y el criterio médico.
Bibliografía
http://www.academianacionaldehistoria.org.ec/images/libros_pdf/HISTORIA_CIENCIAS.pdf
http://lamalariayelarboldequina.blogspot.com/2013/07/capitulo-1-un-enemigo-invisible.html
Un post muy interesante, como es habitual.
ResponderEliminarEstamos en una época en la que sería bueno pararse y mirar hacia atrás y a los lados.
Hacia atrás para ver, como en este caso, el efecto real de remedios tradicionales. Si un hongo produce penicilina y otro una estatina, ¿por qué no estudiar la arcilla con calma?
Hacia los lados porque, si en tiempos se le dio valor a la anatomía comparada, sería bueno hacerlo también a una bioquímica y, en general, a una biología comparada. En todos los órdenes. Hay un indudable interés epistémico y no es descartable que ese tipo de investigaciones (más allá de la búsqueda de meros modelos experimentales como los que ya hay) condujera a terapias eficaces.
Tiempos medios de vida, tipos de infecciones, formas de cáncer, tipos de regeneración fibroblástica (anda que no da problemas la fibrosis...), etc. son pocos ejemplos de lo que podría investigarse más allá de centrarnos en nuestro organismo y con los criterios que en su día fueron fantásticos, pero que también encorsetan demasiado a los investigadores en mantenerse en líneas "productivas", aunque la historia muestre una y otra vez que lo más productivo acaba siendo lo que al principio parece una pérdida de tiempo.
Gracias Javier. En estos momentos tengo el blog bastante descuidado porque estoy empezando un proyecto para llevar filtros de barro a comunidades sin acceso a agua potable. Ya iré sacando fotos. Es un proyecto muy interesante.
ResponderEliminarUn abrazo