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miércoles, 20 de marzo de 2019

Quinina y homeopatía: la historia de un héroe y un villano

Pedro Leiva, un héroe de la medicina moderna

Todavía hoy muchos peruanos piensan que el árbol de la quina, que está representado en su escudo, fue descubierto en Perú, cuando en realidad fue descubierto en Malacatos, Ecuador, por Pedro Leiva
Para saber quien era Pedro Leiva y su papel en el descubrimiento de la quina pincha aquí
La única calle dedicada a Pedro Leiva en todo el Ecuador se encuentra en su Malacatos natal. 
4°13'09.5"S 79°15'40.5"W -4.219294, -79.261261

Un imbécil alemán crea un timo diluido en agua

Si amigos, la homeopatía es un timo diluido en agua. La homeopatía fue creación de un solo hombre, Samuel Hahnemann (1755-1843). En su época aún no se había separado la ciencia de la filosofía, los autores no solían demostrar sus teorías mediante experimentación pues, como buenos filósofos, consideraban el pensamiento superior a la evidencia y literalmente cada maestrillo tenía su librillo, cada profesor tenía opiniones individuales sobre los procesos naturales y sobre cómo tratar las enfermedades. La mayoría de estas teorías médicas nos resultan un disparate actualmente.
Samuel Hahnemann Monument en Scott Circle, Washington, D.C
En este contexto Hahnemann ideó su propia teoría estúpida. Comenzó a trabajar con la quinina, cuya administración a una persona sana producía, según Samuelín, síntomas similares a la malaria (no sé cuántos gin tonics harán falta para pillar una cuartana) y esa era la razón de su actividad antipalúdica. Esta observación, de por sí errónea, fue la iluminación que indujo a la creación de su sistema para “curar lo similar con lo similar”, como si en esto sirviera multiplicar negativos para obtener positivos.

Se puso Hahnemann a intoxicarse él mismo con múltiples sustancias, al uso romántico de los médicos kamikaze (aquí lo comentamos: 1 y 2). Posteriormente siguió ensayando en sus alumnos hasta tener un corpus de los efectos que estos principios producían. El problema es que sus estudios no seguían el método científico moderno, no había control ni doble ciego, los sesgos eran abundantes y en realidad se buscaba amoldar los resultados a la teoría.

El siguiente paso del alemán este fue intentar reducir los efectos indeseables del remedio diluyendo el principio activo. Pero se le fue la mano con el invento. Se sacó un sistema de diluciones centesimales (CH) que reducía exponencialmente la concentración en cada paso hasta que ciertamente no quedaba nada del principio activo pero gracias a la ingenuidad de la gente, el desparpajo del señor este y a un concepto llamado el efecto placebo, esta estupidez de la homeopatía funcionó comercialmente.
Chiste homeopático diluído entre millones de píxiles blancos para que sea más graciosos
En 1810 vio la luz EL LIBRO, el Organon der rationellen Heilkunde (“Órganon del arte de curar racionalmente”). La doctrina fue atacada por el stablishment y Hahnemann tuvo que marcharse primero de Leipzig y después de Viena. Sin embargo fue creando apóstoles y conversos. La homeopatía tenía una gran ventaja en su momento: era inocua a diferencia de muchos procedimientos y tratamientos prescritos por la primitiva medicina estándar, que a veces causaban más daño que beneficio. La homeopatía es inocua porque no contiene nada.

Su creador fue inflexible ante las disensiones de sus alumnos y la modificación del dogma. Así que los homeópatas actualmente siguen elucubrando sobre las bases estipuladas en 1810. En ese año Napoleón dominaba media Europa y se casaba con María Luisa de Austria, dominaba España con el servil aplauso de Fernando VII y se establecían las Cortes de Cádiz. En ese año se iniciaba el movimiento de independencia en las colonias americanas españolas. Mire usted si ha pasado tiempo. ¿Desea usted ser tratado mediante un vestigio arqueológico de la medicina occidental? Si la respuesta es afirmativa seguro que también Ud cree en los horóscopos, un vestigio de los sumerios.


El problema es que Hahnemann se inventó su teoría. Era lo que hacían los profesores de su tiempo, no así Pedro Leiva, que desde Malacatos y utilizando el método científico pudo determinar que la corteza del árbol de la quina aliviaba la malaria. Hoy en día, 200 años después, existen médicos titulados salidos de la universidad que siguen creyendo con fe ciega en una estupidez sin fundamento racional y sin demostración de eficacia en estudios controlados, y que en el Ecuador, muchos médicos y estudiantes de medicina sigan sin conocer quien fue Pedro Leiva.


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