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martes, 21 de abril de 2020

Lecciones sobre la peste bubónica ¿Qué podemos aprender?

Medidas disciplinarias adoptadas en la Europa del siglo XVII para combatir la epidemia de la peste

En su curso Los anormales, Michel Foucault habló de «la ciudad apestada», contrastando el modelo de expulsión de individuos que se utilizaba, por ejemplo, para controlar la lepra, con el de reclusión de poblaciones, que servía en el caso de la peste. «Creo —dice Foucault— que la sustitución, como modelo de control, de la exclusión del leproso por la inclusión del apestado es uno de los grandes fenómenos que se produjeron en el siglo XVIII.» Foucault explica entonces cómo operaba el modelo re-inclusión o reclusión de los apestados:
 Las casas se cierran por fuera y las llaves se entregan a las autoridades. Se condena a muerte a quienes violan la cuarentena. Se mata a los animales que andan sueltos. La vigilancia es total. Se exige obediencia incondicional. Se vigila cada casa en forma individual. Durante los controles, todos los habitantes de una casa deben asomarse por las ventanas. A quienes viven en casas que dan a patios traseros se les asigna una ventana al frente por la cual asomarse. Llaman a cada persona por su nombre y le preguntan por su estado de salud. Quien miente se expone a la pena de muerte.
Desde luego, se circunscribía un territorio determinado: el de una ciudad, eventualmente el de una ciudad y sus arrabales, que quedaba configurado como un territorio cerrado. Empero, con la excepción de esta analogía, la práctica concerniente a la peste era muy diferente de la referida a la lepra. Puesto que ese territorio no era el territorio confuso hacia el que se expulsaba a la población de la que había que purificarse, sino que se lo hacía objeto de un análisis fino y detallado, un relajamiento minucioso.

Foucault subraya en su explicación la manera como el control de la enfermedad se hacía mediante un control territorial, marcando y demarcando cada espacio, desde casas particulares hasta barrios y regiones enteras. Cómo todo y todos eran sometidos a incesante escrutinio, observados, revisados. «Al comienzo de la cuarentena, todos los ciudadanos que se encontraban en la ciudad tenían que dar su nombre. Sus nombres se escribían en una serie de registros. […] Y los inspectores tenían que pasar todos los días delante de cada casa, detenerse y llamar.» La gran diferencia, según Foucault, es que «en tanto la lepra exige distancia, la peste, por sumarte, implica una especie de aproximación cada vez más fina del poder en relación con los individuos, una observación cada vez más constante, cada vez más insistente.» Contrario a la lepra, la peste implica «una descomposición de la individualidad» y «el momento en que se cancela cualquier regularidad de la ciudad.»

Yersin, descubre la bacteria de la peste y su vacuna, hacer fácil lo que parecía imposible

 Alexander Yersin (Lavaux, cantón de Vaud, Suiza; 22 de septiembre de 1863-Nha Trang, Vietnam; 1 de marzo de 1943). En 1894 Yersin fue enviado a Hong Kong por el gobierno francés y el Instituto Pasteur para investigar un brote de peste. En esa ciudad se encontró que el famoso bacteriólogo japones Kitasato. El barón Kitasato tenía un laboratorio bien equipado y al enterarse de que un científico del Instituto Pasteur había llegado a la ciudad con la misma intención que él hizo que le comunicase a la policía local que no le entregasen al joven Yersin ningún cadáver muerto por la peste. Yersin vagaba por la ciudad hasta que se encontró con un italiano dueño de un restaurante. Éste se ofreció a llevarle un cadaver ¡A su restaurante!. 
 
Estas anécdotas sobre la vida de Yersin vienen recojidas en la biografía escrita por Patrick Deville que recomiendo

Pinchó las bubas y extrajo la bacteria de la peste que hoy lleva su nombre Yersinia pestis. Aquí tuvo un golpe de suerte. Al no tener un laboratorio de bacteriología, Yersin cultivó la bacteria a temperatura ambiente. Lo que había retrasado a Kitasato en la caracterización de la bacteria fue su empeño en crecer la bacteria a la temperatura corporal humana, 37ºC, cuando la mejor temperatura para crecer esta bacteria son 28ºC. 

Un vez que se descubre la bacteria conseguir una vacuna ya no fue tan difícil y Waldemar Haffkine la desarrolló en el Instituto Pasteur. La vacunación y los antibióticos la han controlado. Ya no existen pandemias de peste negra aunque no ha sido erradicada ya que es una bacteria que se encuentra en las pulgas de animales de sangre caliente que actúan como reservorios en África, Asia y Sudamérica.

Sorprende lo fácil que fue aislar y lograr la erradicación de una de las plagas históricas de la humanidad. No estamos hablando del trabajo de cientos de equipos de investigación. Quizás solo ¿unas decenas? de personas fueron capaces, con la ayuda del método científico, de hacer desaparecer una pesadilla de la faz de la tierra. Desde luego muchas menos personas que todo aquel operativo de la "ciudad apestada" de la que hablaba Foucault en el siglo XVIII

De la ciudad apestada a la sociedad disciplinaria digital

El filósofo Byung-Chul Han nos advierte de como el capitalismo puede rebustecerse en esta crisis provocada por el coronavirus. La nueva industria del "big data" hace negocio de nuestros datos y amenaza a la sociedad liberal occidental que se compone de individuos con libertad de acción que no autorizan la injerencia estatal. Al sistema capitalista le vienen bien las crisis: las crisis generan crecimiento y eso espolea la competencia y todo tiene sentido en el sistema cuando unos quedan fuera y los bienes entran a formar parte del mismo a través del precio. Decir, como ha dicho el filósofo Zizek, que el coronavirus será el fin de la era neoliberal es bastante arriesgado. 

Desde la izquierda se irá afianzando la idea de que el crédito social es algo bueno y deseable. Tener un control y premio de aquellos que sean buenos ciudadanos es algo que no tardará en aparecer apetecible. Un sistema que aparta a los maltratadores, a los defraudadores, a los incívicos, a los poco solidarios... 

Desde la derecha, un sistema de control que pueda distinguir a los de casa de los de fuera, que permita perseguir al que disiente de los mecanismos básicos de poder: oprimir al de abajo y adular al de arriba, creo que también les puede hacer gracia. 

Cuando se lee sobre los pioneros de la bacteriología sorprende la cantidad de investigadores que sufrieron de incomprensión, como Ignacio Semmelweis, o que debieron de abandonar sus países de origen por problemas de persecuciones políticas o religiosas, como el caso de Waldemar Haffkine. Afortunadamente en Europa, en un mismo periodo histórico han coexistido países cerrados y totalitarios y países más liberales. Cuando había persecuciones e intolerancia los intelectuales, artistas y científicos se movían a estas islas de libertad. Joseph Needham en su libro "Science and Civilization in China" sostiene la tesis que el poder central fue una de las causas del estancamiento tecnológico en China. Ya he escrito de como una decisión de un Emperador Chino en 1420 fue responsable de que el país perdiese su tecnología marítima mucho más evolucionada que la de los europeos en esa época.

Por tanto, creo que la sociedad disciplinaria digital es inevitable porque no veo que en caso de una pandemia haya personas que puedan rechazarla activamente por el peligro que suponen para las libertades individuales. El peligro ahora es que este tipo de sociedad disciplinaria digital sea global y que condicione el pensamiento y  la sociedad, que modele a los individuos y que la autocensura esté tan interiorizada que perdamos la capacidad crítica y la imaginación. Lo que aprendemos de la peste es que necesitamos abordarla de maneras diferentes y aprender de los casos de éxito. No debe de ser una excusa para convertirnos en una sociedad de esclavos acríticos. La inanición intelectual solo servirá para afianzar el poder y evitar las soluciones creativas.

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