Uno de los primeros libros de divulgación que leí era "las ciencias naturales en la época moderna" de Odón de Buen que había pertenecido a mi abuelo Antonio
Reproduzco aquí un artículo de Manuel Ansede en Materia sobre una figura imprescindible de la divulgación científica española: Odón de Buen.
“Con el más profundo disgusto hemos de manifestar a nuestros fieles diocesanos que Nuestro Santísimo Padre, el Papa León XIII [...] se ha dignado a condenar las dos obras del catedrático de la Universidad literaria de Barcelona, Dr. D. Odón de Buen, tituladas Tratado elemental de Geología y Tratado elemental de Zoología [...]. Por tanto, en cumplimiento de Nuestro Pastoral Ministerio hacemos saber a nuestros amados fieles que no es lícita a ningún católico la lectura y retención de dichas obras, y al autor de ellas, que según nuestras noticias fue regenerado en Cristo por el Santo Bautismo, exhortamos que retire de la circulación las obras mencionadas, retracte los errores que en ellas se contienen y se sujete humildemente a la autoridad de la Iglesia, como cumple a los deberes que contrajo al entrar en el gremio del Catolicismo. Asimismo ordenamos a cuantos tengan en su poder ejemplares de los citados libros, los entreguen inmediatamente a sus propios párrocos o en Nuestra Secretaría de Cámara, a fin de que sean inutilizados según derecho”, exigía el obispo de Barcelona, Jaime Catalá y Albosa, el 11 de septiembre de 1895.
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El horrible pecado de Odón de Buen, pionero de la oceanografía y de la divulgación de la ciencia, había sido defender las teorías de Darwin en la España de finales del siglo XIX. En su Tratado elemental de Zoología aparece uno de esos supuestos “errores” que perseguían el Papa y el obispo. “Que la organización del hombre está sometida a las mismas leyes biológicas que rigen todas las organizaciones animales es un principio tan axiomático que sería ridícula la simple duda”, explicaba su manual para estudiantes.
“Odón de Buen es un personaje desconocido y olvidado, injustamente desconocido y olvidado. Su apuesta política, su muerte en el exilio, su republicanismo insobornable ha impedido que en España su recuerdo esté vivo”, lamenta el periodista Antonio Calvo Roy, que acaba de publicar una monumental biografía del personaje, 150 años después de su nacimiento. De Buen, nacido en 1863 en el pequeño pueblo zaragozano de Zuera, fue, según enumera Calvo Roy, “alumno brillante, catedrático en Barcelona y Madrid, concejal del ayuntamiento de Barcelona y senador, impulsor de la oceanografía en España, figura de relevancia internacional y preso político canjeado”.
Proteger los océanos
De Buen, doctor en Ciencias Naturales, dirigió con 22 años el primer laboratorio español de biología marina, instalado en una fragata, y acabó fundando el Instituto Español de Oceanografía en 1914, para estudiar los mares. También fue un pionero de lo que hoy llamamos ecologismo. “Sufre ahora la Humanidad enormes trastornos económicos. Se afanan los Gobiernos todos por el aumento de los recursos alimenticios temiendo grandes catástrofes si no aumentaran. El mar es una fuente inagotable de alimentación sana, barata, que incesantemente se renueva; pero hace falta reglamentar sabiamente su explotación y sin la base de los estudios oceanográficos no podrá adelantarse un paso, corriendo el grave riesgo de secar la fuente en vez de aumentar su caudal”, escribió. Sin embargo, sólo ahora, casi 70 años después de su muerte en el exilio, en México, en 1945, su figura empieza a ser recordada.
Calvo Roy detalla en su libro, Odón de Buen: Toda una vida, las razones de este olvido, que más bien se podría definir como un sepultamiento intencionado. “Odón de Buen era un catedrático muy conocido y muy activo en la propagación de sus ideas políticas, sociales y científicas. Y esa actividad tenía en guardia a las fuerzas más conservadoras, sobre todo a los católicos, que trataban por todos los medios de acallar la voz de De Buen”, recuerda el periodista.
El catedrático de Historia Natural de la Universidad de Barcelona se había propuesto divulgar el progreso que supone la ciencia para la sociedad, en un país sumido en la superstición. “Habrá quien piense que mal se compagina la severa misión del profesor con la candente lucha del propagandista callejero”, escribía. “No os extrañe, amigos míos, que ponga el empeño de popularizar la Ciencia aun por encima de mi labor universitaria; la necesidad impone en España esta preferencia, que a muchos podrá parecer un sacrilegio”.
En medio de un búnker antidarwinista
En pos de este fin, De Buen pisó todos los callos que podía pisar, hasta llegar a los del papa León XIII. Así, en una velada librepensadora organizada en Sabadell por logias masónicas el Jueves Santo de 1894, el científico tomó la palabra para proclamar que “la mujer española tiene facultades para ser un agente poderoso de progreso si se la arranca de las garras del fanatismo religioso y de la ignorancia”. Demasiado para la España de la época.
“La mujer española puede ser un agente poderoso de progreso si se la arranca de las garras del fanatismo religioso”, creía De Buen
De Buen era una excepción en la universidad española, convertida un búnker antidarwinista. Sobresalían personajes como Juan Vilanova, el padre de la Prehistoria en España, que se dedicó a intentardesmontar las teorías de Darwin armado con la Biblia. La Iglesia católica defendía desde hacía siglos que el ser humano había sido creado por Dios hacía 5.000 años, basándose en el relato bíblico, pero los geólogos comenzaban a desenterrar fósiles con muchos milenios más. Para gente como Vilanova, sin embargo, no había ninguna contradicción. “Moisés ni se propuso escribir un tratado de Geología, como ya dijimos, ni tampoco se dirigía a un pueblo de sabios para hablarles de estas concepciones filosóficas, que indudablemente los hebreos no hubieran comprendido”, afirmaba.
Para Odón de Buen, sin embargo, eso era fanatismo, y por denunciarlo junto a otros escasos profesores fue perseguido. “Según el art. 11 de la Constitución, la Religión Católica, Apostólica y Romana es la del Estado. Ahora bien; los Sres. Morayta, Chamorro, Odón de Buen, Salmerón y demás catedráticos impíos, ¿son o no parte del Estado? Si no lo son, ¿para qué y por qué los paga el Estado? Si lo son, ¿cómo se les consiente que expliquen contra la Religión Católica, Apostólica y Romana? Si el Estado es Católico, insultar su Religión es insultarle a él mismo. Luego los que lo insultan en este concepto, además de impíos, son facciosos y rebeldes”, clamaba el periódico católico La Lectura dominical, en diciembre de 1894.
Frente a “la artillería católica”
Calvo Roy recuerda “el momento idóneo y la excusa adecuada para lanzar toda la artillería católica y conservadora contra este catedrático tan disoluto que no bautizaba a los hijos, que era impío, masón, republicano y, en definitiva, una gran amenaza”: la entrada de sus tratados de Geología y Zoología en el Índice de Libros Prohibidos. La presión de los diarios católicos arreció. El obispo de Barcelona pidió su cabeza tras pedirle “abominar de sus errores y sujetarse humildemente a la autoridad indiscutible del Vicario de Dios en la tierra”, ya que sus libros molestaban a “la mayoría de los españoles, que gracias a Dios son católicos”.
Los estudiantes de De Buen fueron a apedrear el palacio episcopal cuando se planteó su suspensión como catedrático
Y el 7 de octubre de 1895, el diario La Unión Católicaanunció que el ministro de Fomento había ordenado la retirada de los libros de Odón de Buen y su suspensión como catedrático. “El día 7 de octubre los estudiantes, tras asistir a la clase de De Buen y acompañarle a su casa, decidieron pedir cuentas al rector y, después, apedrear el palacio episcopal”, escribe con humor Calvo Roy. Unos 300 estudiantes acompañaron al catedrático desde la Universidad hasta su casa, gritando “¡Viva la libertad!”, “¡Viva la enseñanza libre!”, “¡Viva Odón de Buen!” y “¡Muera el obispo!”, “¡Muera la religión!”. La orden de suspensión del profesor no llegó a publicarse.
Era “anticlerical, pero no antirreligioso”, explica Calvo Roy en la biografía, editada por Ediciones 94. El propio De Buen se definía a sí mismo como “libre-pensador, pero no traga-curas”. Sus críticas no hacían ascos a otros credos: “Sin duda hay en la religión de Mahomed, como en todas las religiones, más indiferentes que convencidos y más fanáticos que sabios”.
La peligrosa palabra con e
En 1936, tras el golpe de Estado que desató la Guerra Civil, Odón de Buen acabó en la cárcel. A sus 74 años, enfermo de diabetes y medio ciego, pasó un año encerrado con más de 300 personas, casi todas presos políticos, en un antiguo convento de Palma de Mallorca. Y allí escribió sobre sí mismo: “Era el paladín en la cátedra, durante cuarenta y cuatro años, de las ideas y de los descubrimientos asombrosos de la Biología y me atrevía a defender que el hombre descendía del mono. Eso me lo echó en cara un joven falangista que habló conmigo por azar en la cárcel”.
“Si pensamos que en 1971 Félix Rodríguez de la Fuente hubo de eliminar de un programa de televisión la peligrosa palabra con e, como decía Stephen Jay Gould, evolución, es posible apreciar lo moderno que era De Buen o lo antigua que se volvió España con el franquismo”, reflexiona Calvo Roy.
“Es necesario reivindicar a esa generación de científicos a los que la Guerra Civil truncó la vida y la muerte, su memoria y su recuerdo. España quedó quebrada entonces y de esa ruptura intelectualmente telúrica nos ha costado mucho levantarnos. Que se sepa que si nos levantamos es, también, gracias a que muchos Odones de Buen empiedran el camino, están ahí abajo, sepultados bajo nuestros pies. Hora es de pulir esas piedras, una a una, y ponerlas en el lugar que les corresponde”, reivindica el autor.
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