jueves, 22 de diciembre de 2011

Cariño, ¿imagina quién viene a cenar esta noche?


En los últimos años varios estudios han revelado que nuestro microbioma, es decir, el conjunto de las bacterias que viven en nuestro cuerpo, es increíblemente diverso. Hay que recordar que de 10 células que hay en el cuerpo humano, 9 son bacterias. Se ha visto que los microorganismos que viven en nuestro cuerpo varían de individuo a individuo, y que incluso hay diferencias entre gemelos, e incluso entre las distintas partes del cuerpo. Los investigadores que trabajan en este campo están dándole vueltas a porqué hay comunidades distintas y cómo esto afecta a la salud humana.
En 2011, los investigadores han descubierto que existe un patrón dentro de toda esta complejidad. Un consorcio europeo ha evaluado la composición de la flora del intestino de 22 europeos. Para ello han secuenciado un gen presente en todas las bacterias lo que les permite ver diferencias entre especies y entre individuos. Compararon estos 22 microbiomas con una docena previamente caracterizados en EEUU y Japón. Lo que han visto es que las comunidades de bacterias intestinales se pueden agrupar en tres grandes tipos que los investigadores han denominado: Bacterioides, Prevotella y Ruminococcus basándose en la bacteria predominante en ese grupo. Los microbiomas de muestras más grandes, como la de 154 americanos y 85 daneses también se han podido caracterizar dentro de esos tres grupos, lo que nos indica que existen grupos muy limitados y equilibrados de comunidades bacterianas en el intestino humano. Esta clasificación no está correlacionada con la edad, el peso, sexo o nacionalidad. Cada enterotipo (entérico se refiere al intestino humano) se caracteriza por cómo procesa la energía, qué vitaminas el enterotipo produce, lo que son factores que pueden influir la salud de la persona que alberque estas bacterias.
Como todo en ciencia, hace falta más trabajo para confirmar la existencia de estos enterotipos. Mientras tanto, otro equipo de investigadores ha encontrado que estos enterotipos se correlacionan con la dieta. Por ejemplo, el grupo Bacterioides se desarrolla en las dietas ricas en carne; el enterotipo Prevotella se desarrolla preferentemente en aquellos que hacen dieta vegetariana. Ningún enterotipo fue afectado por dietas que duraron 10 días, lo que nos indica que quizás sólo se vean influenciados por dietas a más largo plazo.
Este año, los investigadores han dado otro paso para comprender cómo la dieta afecta a nuestro microbioma. Estos investigadores introdujeron 10 tipos de bacterias de intestino humano en los intestinos de ratones que tenían los intestinos limpios de bacterias e hicieron un seguimiento de la composición del microbioma de estos 10 ratones. Los ratones fueron alimentados con diferentes proporciones de proteínas, grasas, almidón y azúcar. Los resultados apuntan a que podremos establecer reglas para predecir cómo un cambio de dieta alterará la abundancia de según qué especies bacterianas. Este tipo de estudios nos ayudará a entender la relación entre dieta y nuestra flora bacteriana y su papel en la nutrición y en la enfermedad.
Además otros estudios están proporcionando pistas sobre el papel de nuestra flora bacteriana en enfermedades, desarrollo y la función inmunológica. Si aumentamos todavía más nuestro campo de visión ya hay grupos de investigadores tratando de caracterizar nuestra flora vírica: el virioma, es decir, caracterizar a todos los virus que viven en el cuerpo humano. De esta manera en vez de ver a los virus como invasores extraños nuestra visión sobre ellos cambiará y acabaremos considerándolos parte de lo que nosotros somos y de quienes somos.

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