El centurión y su lugarteniente, el optio, mandaban sobre la tropa. Las funciones del tessararius y las del signifer eran las de delimitar qué era lo propio. El tessararius, al encargarse de darle a los 83 hombres una contraseña diaria, de alguna manera, determinaba, en la oscuridad de la noche, quien y quien no era enemigo. En batalla el signifer era responsable de mantener la integridad del frente. Si en un momento los enemigos lanzaban un ataque y a las tropas les entraba el pánico, el signifer, un hombre templado, evaluaba si era inteligente la retirada o no. Si consideraba que retirarse era un error, o si el centurión se lo ordenaba, el signifer clavaba el estandarte en la tierra y los hombres de la centuria tenían que quedarse a su lado cuidando su estandarte. Si una centuria perdía su estandarte se convertía en una centuria sin honor y eso tenía además implicaciones económica cara a la jubilación de los legionarios.
La pregunta que me ronda en la cabeza es ¿Habrá signifers y tessararius en el mundo microbiano? Desde luego, cuando en las colonias de hormigas no existe la figura de alguien que distinga lo propio de lo ajeno aparecen surgen los oportunistas. En este caso se trata de escarabajos que se mimetizan para entrar en los hormigueros y devorar hormigas.
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