En 2010 escribí una entrada sobre el chiste de los remeros españoles, que ilustra uno de los males que lastra a la ciencia en España y también en los países latinos: pensar que necesitamos quien nos controle, que de esa manera nos vamos a corregir y a entrar en el buen camino. Desde los distintos gobiernos se piensan que el problema de que la ciencia no llegue a niveles de excelencia de otros países estriba en que los científicos están poco supervisados. En vez de encargarle a científicos que lideren proyectos se les encarga a gestores de todo pelaje. Pensar que un baremo, por muy sofisticado que sea, es el criterio de elección correcto -para evitar el enchufismo- también es un error. Cualquiera que haya dirigido personas sabe que es necesario tener en tu equipo a personas con distintas habilidades. Cuando se escoge bajo un criterio estricto se acaba escogiendo a personas muy homogeneas y esto complica la interacción de esas personas, todas cortadas por el mismo patrón.
¿Y qué vamos a hacer para acabar con la mala ciencia?
Exacto, crear una oficina de integridad de la investigación. No aprendemos
Cuentan las crónicas que en 1.994 se celebró una competición de remo entre dos equipos, uno compuesto por trabajadores de una compañía española, y el otro por sus colegas de otra empresa similar japonesa. Se dio la salida y los remeros japoneses se empezaron a destacar desde el primer momento. Llegaron a la meta y el equipo español lo hizo con una hora de retraso sobre los nipones. De vuelta a casa, la Dirección se reunió para analizar las causas de tan bochornosa actuación y llegaron a la siguiente conclusión:...
- Se ha podido observar que en el equipo japonés había un jefe de equipo y diez remeros, mientras que en el español había un remero y diez jefes de equipo. Por lo que para el año próximo se tomarán las medidas adecuadas.
En el año 95, se dio de nuevo la salida y nuevamente el equipo japonés se empezó a distanciar desde la primera remada. El equipo español llegó esta vez con dos horas y media de retraso sobre el nipón. Dirección se volvió a reunir después del sonado rapapolvo de Gerencia para estudiar lo acaecido, y vieron que este año el equipo japonés se compuso nuevamente de un jefe de equipo y diez remeros, mientras que el español, tras la eficaces medidas adoptadas el año anterior, se compuso de un jefe de equipo, dos asesores de gerencia, siete jefes de sección y un remero. Por lo que tras un minucioso análisis, se llega a la siguiente conclusión:
- EL REMERO ES UN INCOMPETENTE.
En el año 96, como no podía ser diferente, el equipo japonés escapó nada más darse la salida. La trainera que este año se había encargado al departamento de nuevas tecnologías, llegó con cuatro horas de retraso. Tras la regata y, a fin de evaluar los resultados, se celebró una reunión de alto nivel en la cuarta planta del edificio de la central, llegándose a la siguiente evaluación:
- Este año, el equipo nipón optó una vez más por una tripulación tradicional, formada por un jefe de equipo y diez remeros. El español, tras una auditoría externa y el asesoramiento especial del departamento de organización, optó por una formación mucho más vanguardista, que se compuso de un jefe de equipo, tres jefes de sección con plus de productividad, dos auditores de Arthur Andersen, cuatro vigilantes jurado que no quitaban ojo a un único remero, al que habían amonestado y castigado quitándole todos los pluses e incentivos por el fracaso del año anterior.
Tras varias horas de reuniones, se acordó que:
- En la regata del 97, el remero sería de contratación externa.
No obstante, a partir de la vigesimoquinta milla marina, se ha venido observando cierta dejadez en el remero de plantilla, que roza el pasotismo en la línea de meta.
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