El investigador de la Universidad de Washington en St Louis Jeff Gordon y la estudiante de doctorado Vanessa Ridaura en el laboratorio
Las bacterias intestinales como un nueva causa de obesidad
A estas alturas todo el mundo sabe que la obesidad es el camino seguro hacia el infarto, el ictus, el cáncer y todos los demás jinetes del Apocalipsis, pero el único remedio eficaz conocido contra ella —pasar hambre y penalidades— sigue sin gozar de la aceptación fervorosa por la población que los médicos desearían. Los científicos dan a conocer hoy un posible remedio del futuro inmediato: tragarse las bacterias adecuadas. Puede parecer una guarrería, pero peor aún es morirse de cualquier cosa horrible. Si está usted gordo, lea lo que sigue.
En el experimento, que presenta la revista Science, los intestinos los ponen los ratones, pero las bacterias las ponen los humanos. En concreto, parejas de gemelos humanos que, pese al enorme parecido que tienen entre sí, discrepan en lo más importante a estos efectos: uno está gordo y el otro flaco. Tras saber esto, la investigación se resume fácilmente: los ratones han sido manipulados para no tener bacterias en el intestino; pues bien: si les metes bacterias intestinales del gemelo gordo, engordan; y si se las metes las del gemelo flaco, adelgazan. Así de simple.
Vanessa Ridaura, Jeffrey Gordon y sus colegas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en Saint Louis, el CNRS en Marsella, la Universidad de Copenhague y otra media docena de instituciones que han intervenido en el trabajo publicado en Science consideran sus resultados un paso importante hacia las terapias probióticas contra la obesidad. Aunque muchos lectores tendrán archivado el término probiótico en la misma carpeta mental que el crecepelo de las películas del oeste, la investigación de hoy tiene todos los papeles en regla y es probablemente la primera que puede convertir ese concepto en una estrategia biomédica útil.
Estudios anteriores de secuenciación genómica (lectura de los genes) habían indicado que la obesidad de una persona está influida por la variedad de los genes microbianos que contiene su intestino grueso. De hecho, el efecto beneficioso de las frutas y verduras se debe, probablemente, a que una dieta rica en fibra estimula la diversidad bacteriana en el tubo digestivo.
El trabajo dirigido por los científicos de Washington va mucho más allá al demostrar directamente que los microbios del intestino humano transmiten —al menos a los ratones— cualidades como el hecho de estar gordo o delgado. Y el cuidadoso diseño experimental con parejas de gemelos ha permitido empezar a identificar los microbios concretos implicados en el milagro. Por ejemplo, las bacterias del género bacteroides, un grupo de bacilos gram-negativos, tienen efectos particularmente beneficiosos al proteger a los ratones contra las consecuencias de la acumulación de grasa corporal.
Los investigadores de Washington observaron ya en sus experimentos iniciales que los ratones que recibían por transplante fecal los microbios de los gemelos gordos acumulaban más grasa que sus colegas —los que los recibieron de los gemelos delgados—, y ello con independencia de la dieta que tomaban los animales. Se preguntaron entonces cuáles eran los componentes responsables de ese efecto.
Y el siguiente experimento fue lo que el coordinador del trabajo, Jeffrey Gordon, director del Centro de Ciencias Genómicas y Biología de Sistemas de la Universidad de Washington, llama sonoramente “la batalla de los microbiota”. Consiste en criar juntos ambos tipos de ratones para que se intercambien sus bacterias intestinales. “Los ratones, por expresarlo con delicadeza, se intercambian sus microbios fácilmente”, dice Gordon. Estos animales, como muchos otros, tienen la costumbre de comerse los unos las heces de los otros.
El resultado fue que, tras solo 10 días de cohabitación coprofágica, los ratones gordos adquirieron los rasgos de sus vecinos flacos. No solo adelgazaron, sino que sus indicadores metabólicos, que se habían disparado a la zona roja de la escala tras recibir los microbios del gemelo gordo, empezaron a normalizarse, aproximándose a los de los ratones flacos cuyas heces se habían comido. Así de estimulante es la vida en una comunidad de roedores de laboratorio.
No todo son buenas noticias, sin embargo, porque el efecto protector observado en la anterior “batalla de los microbiota” no se da si los ratones gordos reciben una dieta occidental típica, a base de mucha grasa y poca fibra. Las bacterias de los gemelos delgados hacen adelgazar a los ratones gordos, pero solo con dietas vulgares que no se conviertan en un festival lipídico. “Ahora tenemos una estrategia para identificar las interacciones relevantes entre la dieta, la masa corporal y los microbios intestinales”, dice Gordon, “y pensar sobre las cualidades de nuestras dietas insanas que pueden estimular a las bacterias a que hagan el trabajo necesario para mejorar nuestro bienestar”.
Esperemos que la coprofagia no sea el factor determinante.
En un esfuerzo para aislar la contribución de las bacterias a la obesidad, los investigadores tomaron bacterias procedentes de gemelos humanos idénticos, uno gordo y el otro delgado y las introdujeron por transplante fecal en ratones clonados, es decir idénticos, a los que previamente se les había eliminado las bacterias con tratamiento antibiótico.
Referencia:
Gut Microbiota from Twins Discordant for Obesity Modulate Metabolism in Mice. Science 6 September 2013.Vol. 341 no. 6150. Vanessa Ridaura et al.
¿DONDE PUEDO VER ESTE ARTÍCULO TRADUCIDO A ESPAÑOL?
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