Nuestra boca es una selva de centenares de especies de hongos, protozoarios, virus, parásitos intracelulares y, sobre todo, bacterias. La mayoría son residentes permanentes, y muchos de ellos no viven en ninguna otra parte, ni siquiera en la boca de otros mamíferos. La boca presenta muchos ambientes distintos. Playas paradisiacas en la superficie de la lengua, acantilados con vistas, recónditas calas en las encías…
De los microorganismos que viven en la boca los más abundantes son las bacterias. Incluso en una dentadura recién cepillada viven millones de ellas. Dependiendo de la persona, puede haber entre 200 y 500 especies de bacterias distintas. Unas bocas tienen una flora diversa, como las bocas de los indígenas del Amazonas, y otras personas tienen pocas especies muy predominantes. Las bacterias son esferas, bastones, filamentos. Otras tienen hélices para moverse de un lado a otro. Ahora bien, la mayoría de las bacterias de la boca viven en colonias, la famosa placa dental, que son como ciudades bien organizadas. Las bacterias quieren vivir en estas ciudades porque la boca es un paraíso del que pueden verse expulsadas si no se fijan bien a una superficie. Si comemos una manzana, la fricción de la comida puede arrastrar a las bacterias hacia el estómago y su acidez. La mayoría de las bacterias se mueren en el caldo ácido por este motivo, para no verse arrastradas, lo que hacen es fijarse a los dientes.
Unas
50 veces más grande que las bacterias normales, Trichomonas tenax,
puede considerarse el gran tiburón blanco de los protozoarios, ya
que emplea su flagelo para deslizarse por la saliva. Fuente:
juancitomedico.blogspot.com
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Entamoeba
gingivalis es el tigre de la jungla bucal, una ameba depredadora que
acecha en la superficie de los dientes y en las encías, en busca de
partículas de alimentos o de bacterias indefensas. Fuente
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El carbonato cálcico reacciona con el ácido y se corrompe. Tanto da que sea el esmalte de los cientes o las piedras calizas de la catedral de León o de Burgos. Estas piedras con la lluvia ácida se corrompen y se erosionan mucho más rápidamente que por ejemplo las rocas graníticas. . Fuente. |
Al cabo de un día, los dientes están cubiertos por una capa de estos precoces colonizadores y comienzan a aparecer las primeras especies en forma de filamento, como Fusobacterium nucleatum, relacionadas con el mal aliento ya que segregan azufre.
Durante los siguientes días, se desarrollan estructuras complejas, compuestas de distintas especies de bacterias. Por ejemplo, las pequeñas mazorcas de maíz son de hecho centenares de Streptococcus sanguis que se apretujan a lo largo de los cuerpos alargados de Corynebacterium matruchotti. Cuando ya se ha olvidado del todo la higiene bucal, otras especies más selectas, como Treponema denticola, microorganismos del género Spirochaeta, con forma de sacacorchos, se unen a la fiesta. A medida que se desarrolla la flora bucal, algunos factores, como el pH, cambian, lo que facilita el predominio de ciertos microorganismos, hasta que con un nuevo cambio otros toman el relevo. Al cabo de tres semanas, la jungla se ha convertido en un bosque antiguo. El nivel inferior es la maleza que ahora forman 20 capas de microorganismos, con un espesor de 15 micrómetros; los árboles más altos de este bosque vienen a ser un hervidero de bacterias y otros microbios, cuyo espesor puede llegar a la décima parte de un milímetro, visible al ojo humano.
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