Bacterioides fragilis es una bacteria común, presente en el 75% de las personas. Cumple una importante misión que nuestro propio ADN no nos proporciona: nos ayuda a a funcionar nuestro sistema inmunitario. Esta bacteria, como muchas otras, tiene una "cubierta" de moco que no es otra cosa que cadenas de azúcares. Una de estas cadenas se llama polisacárido A. El polisacárido A de Bacterioides fragilis es una señal que le sirve a nuestro sistema inmune para producir un tipo de célula del sistema que se llama linfocito T regulador. Antes de seguir voy a explicar un poco cómo funciona el sistema inmune. El sistema inmune humano consta de varios tipos de células que le sirven para atacar a todo cuerpo ajeno al nuestro, como bacterias y virus. Son células que están entrenadas para respetar a nuestras células y destruir a las que considera ajenas. Los linfocitos T identifican y atacan a los invasores microbianos al tiempo que provocan hinchazón, aumento de temperatura, características típicas de la respuesta inflamatoria que se produce después de una infección. Entonces, si hay infección, por entrada de bacterias en nuestro cuerpo, el sistema inmune comienza a producir linfocitos T. El problema es que los linfocitos proinflamatorios han "nasío pa matá" y para eliminar a los agentes causantes de la infección no dudan en liberar compuestos tóxicos que terminarían destruyendo a nuestros propios tejidos. Para evitar eso, el sistema inmune produce los linfocitos T reguladores con el objeto de contrarrestar la actividad de los linfocitos T proinflamatorios.
Se había observado que los ratones sin bacterias de laboratorio poseían un sistema inmunitario defectuoso, con una función reducida de los linfocitos T reguladores. Cuando se introdujo B. fragilis en estos ratones de laboratorio, el equilibrio entre los linfocitos T proinflamatorios y reguladores se restauró y su sistema inmunológico comenzó a funcionar con normalidad.
B. fragilis, a diferencia de los microorganismos patógenos capaces de modular nuestro sistema inmune en su benefició, ayuda al sistema a funcionar correctamente.
Por desgracia, debido al exceso de higiene la relación de los humanos con B. fragilis se ha modificado. Según Sarkis K. Mazmanian, del CALTECH: "En nuestro esfuerzo por distanciarnos de los agentes infecciosos que nos provocan enfermedades, hemos alterado la relación con los microorganismos que nos resultan útiles. Nuestras intenciones son buenas, pero hay un precio que pagar. Mazmanian sostiene que el aumento reciente de entre siete y ocho veces en la frecuencia de los transtornos autoinmunes, como la enfermedad de Crohn, la diabetes de tipo 1 y la esclerosis múltiple, guarda relación con la disminución de los microorganismos beneficiosos, es decir, que la pérdida de la flora microbiana en los humanos ha hecho disparar la frecuencia de las enfermedades autoinmunitarias e incluso de la obesidad.
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