El primer uso del carbunco como arma biológica se produjo en 1916, durante un episodio muy poco conocido de la Primera Guerra Mundial. Desde 1809, el Gran Ducado de Finlandia había formado parte del Imperio Ruso de los zares. La Alemania del Segundo Reich, tratando de debilitar al enemigo ruso por todos los medios, suministró a los independentistas finlandeses ampollas de Bacillus anthracis para usarlas contra los establos de la caballería zarista.
El día 7 de abril de 1979, en la ciudad de Sverdlovsk (hoy llamada Ekaterimburgo), en la entonces Unión Soviética, se declara un brote epidémico por Bacillus anthracis, que las autoridades soviéticas atribuyen al consumo de carne contaminada (http://www.nbc-med.org/), y que según se ha conocido después se trató de un brote producido por la eliminación accidental de esporas del microorganismo de unas instalaciones militares que se produjo probablemente el día 2 de abril. La epidemia que comenzó el día 4 de abril, ocasionó al menos 96 víctimas mortales. Es interesante resaltar que el período de incubación se prolongó hasta 43 días después, lo que demuestra el prolongado mantenimiento de las esporas en el interior del organismo humano, encontrado en otros casos hasta 90 días después de la infección. La repercusión que este dato tiene en el conocimiento epidemiológico de la enfermedad y muy especialmente en el tratamiento antimicrobiano es enorme. Es indudable que el estado inmunitario del paciente y la carga microbiana recibida (cuanta mayor carga, menor período de incubación) van a jugar un papel importante en el acortamiento de este tiempo.
El Dr. Kanatjan Alibekov, subdirector de Biopreparat desde 1988 a 1992, programa de la Unión Soviética para el armamento biológico, actualmente exiliado en USA, señala como fuente de la infección la eliminación de un filtro en la instalación, durante muy poco tiempo, probablemente menos de dos horas!, que provocó la eliminación de las esporas al aire. Afortunadamente, el viento en aquellos momentos corría en dirección contraria a la ciudad de Sverdlovsk; de haber sido en dirección a la ciudad el número de muertos hubiera sido enorme (http://www.pbs.org/).
Es indudable por lo tanto que el riesgo existe (1), y que en caso de usar esta terrible arma sobre una densa población podría tener muy graves resultados (2). Evaluar las necesidades de desarrollo tecnológico para disponer de este arma es un aspecto controvertido, aunque se ha subrayado que la Unión Soviética ha colaborado con varios países en la formación de personal en los necesarios conocimientos en biología molecular (3).
La primera investigación seria sobre el uso del carbunco como arma biológica fue obra del famoso e infame Escuadrón 731 del Ejército Japonés, en Manchuria. En su singular afán por acumular tantos crímenes de guerra y contra la humanidad como fuera posible, estos japoneses infectaron con diversas enfermedades a cientos de miles de civiles chinos, muchos de los cuales perecieron. Entre tales enfermedades se encontraban varias versiones del carbunco.
Durante la guerra de independencia de la antigua Rodesia ocurrió el mayor brote de carbunco de la historia. El carbunco no es endémico en África meridional, y durante el periodo 1950-1978 sólo hubo 334 casos humanos al sur de Rodesia (lo que ahora se llama Zimbabwe). Sin embargo, a finales de 1978 las cifras comenzaron a multiplicarse; pero, curiosamente, sólo lo hicieron en los territorios concedidos a los agricultores y ganaderos negros –las Tribal Trust Lands–, mientras que las tierras en posesión de colonos blancos no resultaban alcanzadas por el bacilo.
Durante 1979 este brote se convirtió en el principal problema sanitario del país, y para finales de año un tercio de las tierras tribales (el 17% del territorio nacional) estaba plagado de carbunco. Hasta mediados de 1980 se registraron 10.738 casos en humanos (treinta y dos veces más que en los 28 años anteriores, sumados). Estas infecciones eran fundamentalmente de tipo cutáneo; 182 personas perecieron y centenares más quedaron con graves secuelas. Centenares de miles de cabezas de ganado resultaron afectadas.
Finalmente el acuerdo de Lancaster House terminó con la guerra y con el dominio blanco de Rodesia y también acabó con el brote. Para finales de 1980, los casos de carbunco comenzaban a volver a sus cifras históricas.
La primera investigación seria sobre el uso del carbunco como arma biológica fue obra del famoso e infame Escuadrón 731 del Ejército Japonés, en Manchuria. En su singular afán por acumular tantos crímenes de guerra y contra la humanidad como fuera posible, estos japoneses infectaron con diversas enfermedades a cientos de miles de civiles chinos, muchos de los cuales perecieron. Entre tales enfermedades se encontraban varias versiones del carbunco.
Durante la guerra de independencia de la antigua Rodesia ocurrió el mayor brote de carbunco de la historia. El carbunco no es endémico en África meridional, y durante el periodo 1950-1978 sólo hubo 334 casos humanos al sur de Rodesia (lo que ahora se llama Zimbabwe). Sin embargo, a finales de 1978 las cifras comenzaron a multiplicarse; pero, curiosamente, sólo lo hicieron en los territorios concedidos a los agricultores y ganaderos negros –las Tribal Trust Lands–, mientras que las tierras en posesión de colonos blancos no resultaban alcanzadas por el bacilo.
Durante 1979 este brote se convirtió en el principal problema sanitario del país, y para finales de año un tercio de las tierras tribales (el 17% del territorio nacional) estaba plagado de carbunco. Hasta mediados de 1980 se registraron 10.738 casos en humanos (treinta y dos veces más que en los 28 años anteriores, sumados). Estas infecciones eran fundamentalmente de tipo cutáneo; 182 personas perecieron y centenares más quedaron con graves secuelas. Centenares de miles de cabezas de ganado resultaron afectadas.
Finalmente el acuerdo de Lancaster House terminó con la guerra y con el dominio blanco de Rodesia y también acabó con el brote. Para finales de 1980, los casos de carbunco comenzaban a volver a sus cifras históricas.
1. Fidler DP. The malevolent use of microbes and the rule of law: legal challenges presented by bioterrorism. Clin Infect Dis. 2001; 33: 686-689.
2. Anónimo. Bioterrorism alleging use of anthrax and interim guidelines for management--United States, 1998. MMWR Morb Mortal Wkly Rep. 1999; 48: 69-74.
3. Sandstrom G. A Swedish/European view of bioterrorism. Ann N Y Acad Sci. 2000; 916: 112-116.
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