miércoles, 22 de septiembre de 2021

Lazareto de Guayaquil

 Una amiga el otro día, hablando sobre las cárceles del Ecuador dijo que lo mejor que se podría hacer con ellas era bombardearlas. El fin de semana después estuve en un cumpleaños en Quito y pregunté ¿Qué se podría hacer con las cárceles en Ecuador? y menos un profesor de derecho de la Universidad San Francisco y su pareja, el resto opinaban lo mismo que mi amiga. 

En ecuador en 1834,  el temor frente a la lepra sumado a la ausencia de conocimientos para enfrentarla hizo que unos ciudadanos solicitasen al presidente Vicente Rocafuerte que aquellos que padecían de lepra fueran inmolados para evitar el contagio. El presidente Rocafuerte rechazó evidentemente una medida tan inhumana y ordenó la construcción, en los terrenos donde funcionaba la Facultad de Medicina en la ciudad de Guayaquil, de un lazareto. Los contagiados de lepra en todo el mundo estuvieron bajo la advocación de San Lázaro y de la orden religiosa de igual nombre. Este lazareto, construido en madera fue quemado en 1945 en medio de gran expectación popular que disfrutó viendo como salían murciélagos y ratas de aquel edificio. 

El Lazareto de Boyacá se fundó en 1872 y se refundó en 1890 como ‘Alejo Lascano’. Guayaquil, 1900-1910.

En la decisión del presidente Rocafuerte influyeron decisivamente las opiniones de Abel Brandín, el cual abogaba por que quienes padecían lepra recibiesen un tratamiento “decente y humanitario”. 

Los lazaretos normalmente se diseñaban en islas cercanas a los puertos. Eran instalaciones en las que internaban a marineros y pasajeros, o animales que presentaban síntomas de enfermedades infecciosas.  La primera cuarentena fue practicada en el puerto de Marsella en 1383. 

Bandera amarilla, señal náutica que se usaba para señalar que se lleva enfermos infecciosos. Hoy en día indica lo contrario: un barco que se declara libre de enfermedad de cuarentena, y solicita el abordaje e inspección por parte de las autoridades portuarias. Fuente


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