Lynn Margulis trabajó toda su vida intentando probar que la motilidad que exhiben las células animales se debía a la endosimbiosis de una bacteria. Su hipótesis era que se debía de tratar de una espiroqueta. Hoy ha aparecido un trabajo en el que la estudiante Hana Kiyama y el profesor Makoto Miyata, investigadores de Osaka, introdujeron siete proteínas en una bacteria sintética llamada Syn3. Estas proteínas han conseguido que una célula sintética pase de ser de forma cocoide a convertirse a la típica forma de sacacorchos de las espiroquetas. ¿Puede ser esta la prueba que le hacía falta a Lynn Margulis para probar su teoría?
Esas siete proteínas son las que, según los científicos, están directamente implicadas en permitir que bacterias naturales, las del género spiroplasma, naden. Syn3 se diseñó y sintetizó químicamente para que tuviera el ADN genómico más pequeño posible, incluyendo la información genética esencial mínima requerida para el crecimiento, a partir de los genomas más pequeños, de origen natural, de los micoplasmas, que son bacterias que carecen de pared celular y son parásitos de las células de vertebrados.
Debido a estos siete genes, la bacteria Syn3, cambió su forma esférica normal por una hélice en espiral, y esto le permitió nadar como si fuese un sacacorchos. Posteriormente se comprobó que de las siete proteínas solo dos eran necesarias para que Syn3 pudiese nadar con cierta habilidad.
Smallest mobile lifeform created; Professor Makoto Miyata, from the Graduate School of Science
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