La teoría neodarwiniana nos dice que la selección natural opera exclusivamente sobre individuos. El individuo es la unidad de selección. Hay controversias, por supuesto. Muchos investigadores sospechan que existe la selección de grupo aunque nadie es capaz de afirmarlo con rotundidad. A veces se escucha en las charlas sobre evolución frases como "esto sería selección de grupo sino fuese porque la selección de grupo realmente no existe". Nos enfrentamos al hecho de que en ciencia las afirmaciones hay que demostrarlas y la selección de grupo no ha sido totalmente demostrada (excepto cuando las cuentas de la selección de grupo coinciden con las de selección individual) porque siempre se puede dar una explicación del mismo fenómeno desde un mecanismo de selección individual.
Sin embargo, muchos creemos que la selección de grupo es una unidad de selección en el ámbito de los organismos complejos. Preferimos dar oportunidades a aquellos individuos que exhiban características que asumimos como nuestras.
En América Latina se ha dado un proceso de mestizaje, de europeos e indígenas. Este proceso no ha sido una suma de las partes porque los europeos han negado la memoria indígena obligando a la sociedad a un discurso único, un discurso que ha negado la identidad indígena condenándola a ser una identidad fallida, algo que les apartaba de la única identidad verdadera, la de los conquistadores.
Cualquiera que haya vivido en Latinoamérica habrá podido constatar lo profunda que es la herida causada por el mestizaje: la memoria del violador y la víctima viviendo en la misma persona. El proceso de conquista conllevó una anulación de todo el pasado indígena. Anular el pasado es anular la voz, el discurso. Un discurso que se mantuvo oculto y que creo sus estrategias de resistencia, como dice James S. Scott en su libro "Los dominados y el arte de la resistencia".
En Quito, Ecuador, existen muchos ejemplos de esa resistencia indígena en las iglesias: en la fachada de la Iglesia de San Agustín los símbolos de los evangelistas están sustituídos por un colibrí, un mono; en los frescos de la Catedral Metropolitana en la Última Cena los apóstoles comen cuy y beben chicha; en todas las iglesias del S. XVI quiteñas está representado el diablo; en el cielo de la iglesia de San Francisco hay dibujados soles incas...
La negación de la memoria indígena por parte de los españoles se manifiesta en que se han eliminado con saña todo tipo de vestigio anterior a la presencia española en la ciudad. Los muros que sostienen el monasterio de San Francisco, el de la Merced o el Palacio de Carondelet son muros de cantería Inca Imperial, sin mortero entre las piedras.
¿Se podría modelizar este tipo de conflicto en laboratorio? ¿En un ordenador?. El experimento podría ser ver como se desarrolla una estrategia altruísta en dos tipos de comunidades: una comunidad con una identidad de grupo definida y otra comunidad en la que dos identidades coexisten. Seguro que podríamos aprender mucho de modelos con estas características. ¿Deberíamos mantener las dos identidades? ¿Es una estrategia evolutivamente eficaz eliminar una de las dos identidades para jugar al juego con más posibilidades habiendo una sola identidad fuerte?. Seguramente la ciencia nos ofrecerá las respuestas a éstos interrogantes en el futuro. Eso si, habrá que tomar estas respuestas con mucho cuidado. No es lo mismo un experimento que un problema social que implica variables que no se pueden testar en las condiciones controladas de un frasco de laboratorio.
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buen artículo, como quiteño siempre me pareció curioso los muros que mencionan aquí, ya que se puede apreciar algo extraño en ellos, como si pertenecieran a otro edificio.
ResponderEliminarGracias por tu comentario
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