En los medios ya sólo se encuentran noticias como esta: centradas en la epidemiología, de dónde viene la bacteria y de la chapuza de haber dado la voz de alarma equivocada sobre los pepinos españoles. Quedan días para que se encuentre el foco. Ya sólo se habla de Hamburgo como epicentro del brote infeccioso. Vamos por el buen camino y remite la histeria y también la intensidad de la cobertura de la prensa para la cual una noticia es interesante si la alarma y el interés por "consumirla" va a hacer que tire de las ventas del periódico como si los periódicos continuasen vendiendo por el amarillismo. Lo mismo ocurre con las portadas de los periódicos electrónicos: aparacen sólo las noticias que van a tener más lectores. De acuerdo, pero ¿compramos un periódico para saber que Jennifer Aniston se ha roto una uña?. Reflexionen señores editores, compramos los periódicos porque el tratamiento de las noticias es más riguroso que en otros medios. Basta ya de historias sobre bacterias asesinas, sobre curas del cancer. Las noticias de ciencia tienen que ser tratadas por periodistas que hayan sido científicos y puedan tener un criterio que un simple periodista especializado en ciencia pueda tener. También los políticos y la elección de sus asesores es un problema. Los políticos tienen que tener un panel de científicos a los que consultar cuando un problema se escapa de su entendimiento y requiere asesoramiento científico. Y recuerden: un científico sólo es un científico cuando está 100% seguro de sus afirmaciones.
Este artículo de Juan Gómez es un artículo medido y centrad0 en el autentico quiz del problema: hay un foco desconocido y una cadena de distribución que no debiera estar distribuyendo productos en mal estado.
Publicado por Juan Gómez en El País
¿Qué había en los famosos tres pepinos acusados de causar el brote de infecciones en el norte de Alemania? Oficialmente exculpados de haber provocado la ola de enfermedades y muertes, las autoridades locales que dieron la infundada alarma mantienen todavía que estaban contaminados de bacterias E.coli enterohemorrágicads (EHEC), dañinas para el ser humano. Flemming Scheutz, en cambio, no cree que fueran EHEC. Es decir, no cree que fueran hemorrágicas. Sino más bien que "eran prácticamente inocuas para los humanos". Las bacterias Escherichia coli son viejas conocidas de Scheutz: como director del centro de investigación bacteriana de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Copenhague, el danés mantiene con ellas el mismo trato íntimo que tenemos todos los humanos, pero también una relación profesional.
Los hechos: una bacteria E.coli enterohemorrágica (EHEC) del serotipo O104:H4 ha contagiado a miles de personas y sembrado la alarma en Alemania. Ha matado a 19 pacientes. Varios centenares están ingresados, decenas de los cuales cayeron en coma. La peor consecuencia de una infección es el síndrome urémico hemolítico (HUS), que puede colapsar los riñones y es mortal en más de un 5% de los casos. Así que Hamburgo, una gran capital de la primera potencia europea, se ha convertido en el epicentro de una ola infecciosa cuya virulencia asombró a los médicos. El "gran esfuerzo" -económico y de personal- que las autoridades invirtieron en encontrar el origen de la cepa solo ha conseguido, por ahora, sembrar confusión y provocar pérdidas multimillonarias a los agricultores españoles. No parece un saldo muy impresionante.
Cuando la preocupación por el creciente número de enfermos de EHEC empezaba a hacer mella en la opinión pública, Hamburgo anunció que habían encontrado bacterias malignas en tres pepinos españoles. Tardaron cinco días antes de desmentir, este martes, que la hortaliza española tuviera la culpa del brote infeccioso. La senadora (ministra) de Sanidad local, la socialdemócrata Cornelia Prüfer-Storcks, no ve en ello ningún error. Tampoco el Gobierno de Angela Merkel. La salud pública, dicen, está por encima de consideraciones económicas.
Se vio Prüfer ante un dilema comprensible: sus científicos la informaron de que tenían pepinos españoles infectados por algo que podía ser la causa del brote que les estaba atestando los hospitales. Ella decidió anunciarlo. A pesar de que insistió en su advertencia de no comer "pepino, tomates ni lechuga crudos", la percepción general fue que la culpa era solo del pepino español. Ni Prüfer ni el jefe del Instituto de Higiene de Hamburgo Hans-Joachim Breetz ni la ministra federal de Consumo, la socialcristiana bávara Ilse Aigner (CSU), hicieron gran cosa por disipar esa idea. Cuando por fin lo desmintieron, Breetz y la senadora no dejaron de insistir en que sus pepinos españoles estaban contaminados por peligrosas EHEC. No del mismo serotipo que provocó la infección, pero dañinas. Prüfer-Storcks llegó a afirmar: "Si yo fuera la ministra de Sanidad de España, investigaría por qué hay EHEC en verduras españolas".
¿De qué serotipo, entonces? Al teléfono desde una playa danesa, Scheutz se extrañaba ayer de que aún no se sepa a ciencia cierta: "A mí no me han mandado pruebas". ¿Qué daño habría causado en el consumidor? "Por lo que me dicta la experiencia y por lo que sé hasta ahora, casi seguro que ninguno". Scheutz, lo mismo que su colega hamburgués Holger Rohde, cree que hubo "un fallo en la interpretación de los resultados de laboratorio" en el Instituto de Higiene de Hamburgo. Hay "E. coli en casi todos los alimentos; se precipitaron".
Las advertencias contra los vegetales se basan en encuestas científicas a los pacientes. Indican que comieron muchos vegetales crudos antes de caer enfermos. Eso es todo lo que se sabe, un mes después de que surgieran los primeros casos. Nadie ha visto la cepa de EHEC O104 más que en los análisis clínicos. A excepción de Scheutz, los expertos consultados por este periódico son escépticos respecto a las posibilidades de que se acabe encontrando la fuente de las infecciones. También duda Breetz, el hombre que creyó dar con la aguja de EHEC en el pepinar y hundió con ello las exportaciones de verduras españolas. Las asociaciones del campo español dicen que perdieron cientos de millones de euros.
Ayer se dieron los más recientes tanteos en busca de la fuente del brote. Un restaurante de Lübeck, 70 kilómetros al noreste de Hamburgo, "podría dar la pista". Comieron allí varias víctimas de la bacteria. Ayer, las autoridades no encontraron allí rastro del EHEC, pero quieren investigar a los proveedores de comida. Otra sospecha se dirige a una fiesta de Hamburgo a principios de mayo.
En cuanto a las autoridades federales, observan un silencio atronador. De Aigner no se sabe nada. Mucho menos aún del ministro de Sanidad, Daniel Bahr. Ni siquiera han habilitado un centro operativo federal de coordinación en la lucha contra la enfermedad. Toca a diario mendigar datos de los múltiples centros implicados: el Instituto Robert Koch, la Oficina Federal de Evaluación de Riesgos, el Instituto de Higiene de Hamburgo, los 16 ministros de Sanidad con sus correspondientes portavoces, las clínicas universitarias... Y cada uno dice una cosa. No coinciden ni siquiera en el número de muertos.
La población, a tientas, se debate entre la indiferencia y la discreta aceptación de las medidas higiénicas -no comer verduras crudas, lavarse las manos, etcétera-. Pero la magnífica estampa primaveral que ofrece Hamburgo en este soleado puente de la Ascensión no es la de una ciudad atemorizada. Ni por asomo.
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