Escherichia coli (E. coli)
es una enterobacteria, perteneciente a la familia Enterobacteriaceae, presente
naturalmente en el estómago de mamíferos y también descrita como un patógeno
oportunista en humanos (Murray, Rosenthal, y Pfaller, 2009). Actualmente,
existen variedades de E. coli que han
adquirido genes de virulencia y son una de las principales causas de infección
alimenticia en todo el mundo. Entre las variedades de E. coli que producen infección en humanos se encuentran: E. coli enteropatogénica (ECEP), E. coli enterohemorrágica (ECEH), E. coli enteroagregativa (ECEA), E. coli enterotoxigénica (ECET) y E. coli enteroinvasiva (ECEI) (Kaper,
Nataro & Mobley, 2004). La
transmisión a humanos se produce, en la mayoría de los casos, a través de
productos contaminados con excretas provenientes de animales como: agua, carne
de pollo, res, cerdo; aunque los vegetales frescos también son un foco de
transmisión de E. coli.
Las diarreas infecciosas representan un severo problema sanitario en países en vías de desarrollo como el Ecuador y una de las principales causas de muerte en niños. En el reporte de la Organización mundial de la Salud de 2008, se describieron 388 casos fatales de diarrea infecciosa en niños menores de cinco años, siendo la sexta causa de muerte en el Ecuador. Para el 2009, las diarreas infecciosas fueron la octava causa de mortalidad infantil en el Ecuador; mientras que, la tasa de mortalidad debida a diarreas infecciosas por cada 1 000 nacidos vivos fue de 0,3%. En el 2012, el número de defunciones de menores de 5 años fue de 6 000, de las cuales el 4% se debieron a diarreas infecciosas (Bayas, 2011; OMS, 2012).
Las enfermedades causadas
por E. coli enteropatogénica son un
problema de gran relevancia a nivel clínico. El abuso de antibióticos para
tratar infecciones gastrointestinales y otros tipos de infecciones causadas por
E. coli ha generado fenotipos de multirresistencia.
Un claro ejemplo se ha reportado en E.
coli enteropatogénica, que es resistente a varios antibióticos como:
ampicilina, cloranfenicol, estreptomicina, sulfamidas y tetraciclina (Kandakai-Olukemi,
Mawak, Onojo, 2009). Además, ECEP se caracteriza por ser portadora de la isla genómica
LEE que codifica efectores proteínicos para causar los síntomas en el
hospedador. (Ochoa y Contreras, 2011).
En
Latinoamérica se han aislado cepas de E.
coli con fenotipos de resistencia a la mayoría de los antibióticos, entre
los cuales están los β-lactámicos y las cefalosporinas de primera generación
(García, 2012). En el Ecuador se ha reportado cepas de E. coli con resistencia a
Trimetoprim sulfametoxazol (50,9%),
Amoxicilina–Ácido Clavulánico (30,9%), Ceftazidima (16,4%),
Cefotaxima (16,4%), Ciprofloxacina (14,5); además de cepas productoras
de Betalactamasas de Espectro
Extendido (BLEE) (10,9%) (Muñoz,
2011).
La
multirresistencia generada y la escases de antibióticos eficaces son los
principales factores que han motivado que en los Países Occidentales se haya
vuelto a utilizar la fagoterapia. La fagoterapia consiste en el uso de virus
líticos para combatir infecciones causadas por bacterias patógenas de
importancia clínica; en especial, aquellas que han desarrollado resistencia a
varios antibióticos (Segundo, Hernández, López, y Torres, 2010).
A nivel mundial existen varios estudios
relacionados con el uso de la fagoterapia. Desde 1930, empresas
norteamericanas ya comercializaban los
bacteriófagos como terapia para la disentería; también se realizaban
investigaciones secretas para el uso militar de los bacteriófagos. En la
Segunda Guerra Mundial, alemanes y soviéticos usaron bacteriófagos en contra de
la disentería. Luego de la guerra y el advenimiento de la era
antibiótica, sólo el instituto Eliava en Tbilisi, Georgia siguió realizando
experimentos y descubriendo nuevas aplicaciones de la fagoterapia (Brussöw,
2005).
En la
actualidad, varios científicos han proclamado que la era post-antibiótica es
una realidad visible; por lo que, el desarrollo de terapias alternativas
resulta urgente. Para Estados Unidos, la terapia con bacteriófagos constituye una
de las principales alternativas para combatir infecciones causadas por
bacterias multirresistentes (Reardon, 2014). Los bacteriófagos sin duda alguna son
las entidades biológicas más abundantes del planeta. Su uso como terapia
presenta ventajas así como desventajas.
Chan, Abedon,
y Loc-Carrillo (2013) mencionan grandes ventajas que presenta la terapia con
fagos, como el aislamiento relativamente sencillo, mecanismos de acción
totalmente diferentes a los antibióticos tradicionales, alta especificidad de
hospederos, entre otras. Sin embargo, la fagoterapia también presenta ciertas
desventajas. Para que exista un apropiado control de los patógenos se debe
considerar factores como la selección del fago, tiempo de exposición y el
método de dosificación de los fagos (Gill y Hyman, 2010).
AUTOR: Pablo Egas
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