SETA 2E3000 fue concebido con cariño y esmero para ser uno de los más
grandes de su especie. El pequeño recibió al nacer ese nombre herencia
de sus cuatro parientes mayores, que al principio no entendió mucho: planta potabilizadora autónoma. Como era ya costumbre, el esqueleto —mejorado— lo trajeron de la fundición, y la fábrica de plásticos aportó los órganos vitales.
Pronto le enseñaron a vivir en situaciones extremas, y no le importó
coger aviones y barcos para ir a depurar aguas sucias para otros. SETA
2E3000 sabía que era su cometido.
Solo pidió que lo montaran sobre dos ruedas y lo acoplaran a una bomba de captación y tanques flexibles. De resto —cloro, floculante, filtros de sílex y carbono activo— él se encargaba de todo. Abastecer de agua potable a 15.000 personas diarias en situación vulnerable era su mayor satisfacción. Se decía que era la máquina con más amigos del mundo.
Desarrolladas por la sección española de Cruz Roja y el Grupo SETA, estas depuradoras recorren el mundo desde hace 15 años bajo el paraguas de esta ONG y el de organizaciones como Unicef, AECID y Acción Contra el Hambre, con el objetivo de evitar catástrofes humanitarias y reducir ese 11% de la población mundial que no tiene acceso a agua potable.
Pero de todas las que la utilizan, Cruz Roja es la única que viene realizando continuos informes de mejora, lo que ha permitido al fabricante perfeccionarla y ajustarla en un singular caso de I+D humanitario. Puede extraer agua de cualquier calidad desde pozos, lagos y ríos, siempre que no sea salada.
Iñigo Vila es el responsable de emergencias en Cruz Roja Española, y en el terremoto de Haití de 2010 fue jefe de equipo de la Federación Internacional. “Estas plantas son las mejores porque nosotros las hemos desarrollado sobre el terreno y a medida”, explica. La idea de hacerlas surgió en el 1996, cuando se comprobó la necesidad de agua potable para los campos de refugiados de personas procedentes del Sahara Occidental.
“Buscamos soluciones adaptables, con poca electrónica y de fácil entrenamiento para el personal local”. La empresa SETA (Sociedad Española de Tratamiento de Aguas) les convenció, y se hizo una primera versión, de la que se compraron varias unidades. Enseguida comenzaron a tener éxito y a fabricarlas en serie.
Las depuradoras trabajan en grupos de dos o cinco unidades dentro del ERU de Agua y Saneamiento de Cruz Roja. Los ERU (Emergency Response Unit) son grupos de especialistas con formación y capacitación adecuadas a sus funciones, y con los materiales necesarios para llevar a cabo el trabajo en cualquier contexto. Los hay también de Cuidados Básicos de Salud, Saneamiento Masivo, Telecomunicaciones, Logística y Distribución. Son independientes y autosuficientes por tres semanas, y trabajan en coordinación con el personal local de la organización.
En el caso del ERU de Agua y Saneamiento, cada uno de ellos es capaz de abastecer a 15.000 personas al día durante tres meses (hasta 225.000 litros diarios). Desplaza una media de seis profesionales con conocimientos de química, biología, geología, fontanería, electricidad, logística y promoción de la higiene, junto a personal local que recibe formación si no la ha recibido antes.
Emanuel Marrero tiene 36 años y vive en Tenerife, donde es responsable de rescate y miembro desde 2007 del ERU de Agua y Saneamiento. Como tal ha aportado una mejora para la planta SETA, un diseño para el transporte en helicóptero que remitió a sus superiores. Supo que había sido aceptada trabajando en Filipinas, cuando vio una caja grande con la etiqueta HELI en la que iba una de las plantas potabilizadoras. “Todos hacemos informes técnicos para mejorar. Vas cambiando la manera de trabajar al momento, en función de las necesidades, y siempre se monitoriza el uso. Vas aprendiendo”, comenta.
En su experiencia, lo más difícil ha sido Pakistán, con zonas inundadas muy amplias donde resultaba complicado moverse. También por aspectos relacionados con la cultura del agua, porque hay lugares donde son solo los hombres, o las mujeres o los niños los que van a por ella. Recuerda que en 2010, en Haití, los primeros en dar agua potable tras el terremoto fue justamente personal local de Cruz Roja que había sido formado tras el gran huracán en 2008. Personal que quedó a cargo de algunas plantas y que logró abastecer de agua potable en menos de 24 horas.
“En estas situaciones se busca igualar sus condiciones de vida anteriores o mejorarlas”, apunta, refiriéndose también a promocionar una higiene saludable. Luego se concluye con la formación, porque las plantas siempre se donan. “Cuanto antes te vayas, mejor síntoma”, apunta Marrero.
“En los últimos años hay menos adaptaciones en estas plantas, porque ya está bastante perfeccionado”, señala por su parte Iñigo Vila. “Ahora se busca más sostenibilidad, que funcionen con energía eólica o solar, porque el combustible siempre ha de comprarse en destino”, comenta. También se ha añadido un método de depuración por rayos ultravioleta y un cuadro eléctrico más estanco.
“Hoy hay empresas que nunca se habían dedicado a fabricar este tipo de plantas y ahora lo están haciendo. Por normativa nos están obligando en Cruz Roja a diversificar. Pero las nuestras siguen siendo las mejores”, concluye.
Solo pidió que lo montaran sobre dos ruedas y lo acoplaran a una bomba de captación y tanques flexibles. De resto —cloro, floculante, filtros de sílex y carbono activo— él se encargaba de todo. Abastecer de agua potable a 15.000 personas diarias en situación vulnerable era su mayor satisfacción. Se decía que era la máquina con más amigos del mundo.
Desarrolladas por la sección española de Cruz Roja y el Grupo SETA, estas depuradoras recorren el mundo desde hace 15 años bajo el paraguas de esta ONG y el de organizaciones como Unicef, AECID y Acción Contra el Hambre, con el objetivo de evitar catástrofes humanitarias y reducir ese 11% de la población mundial que no tiene acceso a agua potable.
Pero de todas las que la utilizan, Cruz Roja es la única que viene realizando continuos informes de mejora, lo que ha permitido al fabricante perfeccionarla y ajustarla en un singular caso de I+D humanitario. Puede extraer agua de cualquier calidad desde pozos, lagos y ríos, siempre que no sea salada.
Iñigo Vila es el responsable de emergencias en Cruz Roja Española, y en el terremoto de Haití de 2010 fue jefe de equipo de la Federación Internacional. “Estas plantas son las mejores porque nosotros las hemos desarrollado sobre el terreno y a medida”, explica. La idea de hacerlas surgió en el 1996, cuando se comprobó la necesidad de agua potable para los campos de refugiados de personas procedentes del Sahara Occidental.
“Buscamos soluciones adaptables, con poca electrónica y de fácil entrenamiento para el personal local”. La empresa SETA (Sociedad Española de Tratamiento de Aguas) les convenció, y se hizo una primera versión, de la que se compraron varias unidades. Enseguida comenzaron a tener éxito y a fabricarlas en serie.
Las depuradoras trabajan en grupos de dos o cinco unidades dentro del ERU de Agua y Saneamiento de Cruz Roja. Los ERU (Emergency Response Unit) son grupos de especialistas con formación y capacitación adecuadas a sus funciones, y con los materiales necesarios para llevar a cabo el trabajo en cualquier contexto. Los hay también de Cuidados Básicos de Salud, Saneamiento Masivo, Telecomunicaciones, Logística y Distribución. Son independientes y autosuficientes por tres semanas, y trabajan en coordinación con el personal local de la organización.
En el caso del ERU de Agua y Saneamiento, cada uno de ellos es capaz de abastecer a 15.000 personas al día durante tres meses (hasta 225.000 litros diarios). Desplaza una media de seis profesionales con conocimientos de química, biología, geología, fontanería, electricidad, logística y promoción de la higiene, junto a personal local que recibe formación si no la ha recibido antes.
Emanuel Marrero tiene 36 años y vive en Tenerife, donde es responsable de rescate y miembro desde 2007 del ERU de Agua y Saneamiento. Como tal ha aportado una mejora para la planta SETA, un diseño para el transporte en helicóptero que remitió a sus superiores. Supo que había sido aceptada trabajando en Filipinas, cuando vio una caja grande con la etiqueta HELI en la que iba una de las plantas potabilizadoras. “Todos hacemos informes técnicos para mejorar. Vas cambiando la manera de trabajar al momento, en función de las necesidades, y siempre se monitoriza el uso. Vas aprendiendo”, comenta.
En su experiencia, lo más difícil ha sido Pakistán, con zonas inundadas muy amplias donde resultaba complicado moverse. También por aspectos relacionados con la cultura del agua, porque hay lugares donde son solo los hombres, o las mujeres o los niños los que van a por ella. Recuerda que en 2010, en Haití, los primeros en dar agua potable tras el terremoto fue justamente personal local de Cruz Roja que había sido formado tras el gran huracán en 2008. Personal que quedó a cargo de algunas plantas y que logró abastecer de agua potable en menos de 24 horas.
“En estas situaciones se busca igualar sus condiciones de vida anteriores o mejorarlas”, apunta, refiriéndose también a promocionar una higiene saludable. Luego se concluye con la formación, porque las plantas siempre se donan. “Cuanto antes te vayas, mejor síntoma”, apunta Marrero.
“En los últimos años hay menos adaptaciones en estas plantas, porque ya está bastante perfeccionado”, señala por su parte Iñigo Vila. “Ahora se busca más sostenibilidad, que funcionen con energía eólica o solar, porque el combustible siempre ha de comprarse en destino”, comenta. También se ha añadido un método de depuración por rayos ultravioleta y un cuadro eléctrico más estanco.
“Hoy hay empresas que nunca se habían dedicado a fabricar este tipo de plantas y ahora lo están haciendo. Por normativa nos están obligando en Cruz Roja a diversificar. Pero las nuestras siguen siendo las mejores”, concluye.
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