jueves, 7 de febrero de 2013

La secuenciación masiva nos adentra en el microbioma

 Streptococcus pneumoniae, en rosa, sobre un macrófago en azul. Fotos de microscopía electrónica de barrido. El color es virtual.

La secuenciación masiva de ADN, esto es, cogemos una muestra de algo: heces, agua de lluvia, sudor de las palmas de las manos... y obtenemos todas las secuencias de ADN que se encuentran en ellas: virus, bacterias, hongos etc. Las comparamos con las ya existentes y determinamos qué secuencias pertenecen a especies de bacterias o virus que no son conocidas por la ciencia. Todos los meses están apareciendo trabajos con más y más virus y bacterias desconocidos.

Hasta hace bien poco para estudiar una bacteria había que poder cultivarla. Sirva de ejemplo lo que ocurrió con Legionella pneumophila. Esta bacteria se puede cultivar sólo gracias a que alguien añadió carbón activado a las placas que llevan agar y caldo de cultivo. No se sabía porqué pero de esa manera las bacterias crecían. Posteriormente a alguien con mucho tiempo libre se le ocurrió darle varios lavados al agar, que es lo que hace que el caldo de cultivo se convierta en gelatina sólida. El agar lavado permitía crecer a la Legionella, es decir, hay algo en el agar que inhibe el crecimiento de esta bacteria en las placas de cultivo. Los trabajos de investigación una vez que se pudo cultivar la bacteria crecieron exponencialmente: ya se podía hacer experimentos con ella.

La secuenciación masiva permite saber quienes están ahí. No permite hacer experimentos, pero si constatar la presencia o ausencia de determinadas bacterias y virus. Es un avance similar al del descubrimiento del microscopio por Van Leeuwenhoek, que permitió a la humanidad observar pequeños animalitos invisibles al ojo humano.

De esta manera, en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley han descubierto que en el aire que respiramos existen hasta 1800 especies que proceden del heno del campo, fuentes termales, aguas residuales, encías humanas y de las que viven sobre la pintura deteriorada (por lo visto hay unas comunidades muy abundantes).

Se obtuvieron bacterias hasta de muestras tomadas a 36 km de altura, recordad que el Everest tiene 8 km de altura, e que incluso hay bacterias que se reproducen en las nubes. De hecho es posible que contribuyan a la formación de los copos de nieve que se originan alrededor de una pequeña partícula llamada nucleador. Esto es lo que comprobaron en la U. del Estado de Lousiana en 2008.

David Relman de la U. de Stanford en San Francisco ha visto que las bacterias de la flora normal de nuestras manos segregan una sustancia hidratante que impide que las bacterias patógenas se instalen en las "grietas" naturales de nuestra piel.

En la vagina encontramos a la bacteria Lactobacillus johnsonii, que normalmente vive en los intestinos y que nos ayuda a digerir la leche. Durante el embarazo esta bacteria crece en número en la vagina lo que ayuda a preparar al bebé para la digestión de la leche ya que el bebé que en el útero está estéril se inocula con bacterias al paso por la vagina, si es que nace de manera natural. Se ha visto que los bebés nacidos de cesarea tienen las bacterias de las enfermeras que lo ayudan a venir al mundo y lo tratan en los primeros momentos.

La secuenciación masiva está ayudando a caracterizar los ecosistemas bacterianos que viven en nuestra piel, encías, axilas, vagina, intestinos... de hecho se calcula que 9 de cada 10 células del cuerpo humano son bacterias y que pesadas en su totalidad pesarían 1.4 kg, es decir, un poco más de lo que pesa el cerebro humano.

Todo esto hace que esté cambiando la relación de las personas con las bacterias. Mi padre tenía un cassette de un humorista gallego en el coche, Farruco, que contaba un chiste de un hombre mayor que recibe la llamada de teléfono de su hijo que había emigrado a Buenos Aires, el hombre pregunta que cómo lo está llamando y el hijo contesta que está hablando a través de un micrófono. El hombre mayor grita alarmado: "Tira eso hijo mío que son lo que traen las enfermedades". Micro asociado a lo que se conocía aquel entonces que eran sólo aquellos agentes que ocasionaban las enfermedades. Hoy en día los niños están más cerca de las bacterias del Actimel y los conceptos de probiótico como un medio para mejorar su salud les resultan familiares. Están lejos, afortunadamente, para ellos aquellos momentos en que en cada familia había uno o dos niños muertos prematuros por enfermedades infantiles asociadas a bacteria. Estamos viviendo un cambio de paradigma apasionante.

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