Las personas somos un eslabón entre la generación que nos ha criado y la generación que nosotros criamos. Conviene recordarlo. Además de nuestros hijos, en el ámbito laboral nosotros nos formamos de nuestros maestros y formamos la generación que viene detrás. No solamente producimos ideas, publicamos artículos, defendemos nuestro trabajo... también somos responsables de la educación de aquellos que dependen de nosotros para formarse.
Cuando comencé mi tesis doctoral, sobre cómo las fluoroquinolonas inhiben la actividad de las topoisomerasas, no tenía ni idea de quien había descubierto las propiedades curativas de la quina. La quina es un árbol del Ecuador. Sus propiedades curativas fueron descubiertas por el chamán Pedro Leiva. Posteriormente se aisló la molécula que posee el principio activo, la quinina. A esta molécula cuando se le añadió por síntesis orgánica un átomo de fluor se comprobó que tenía actividad antibiótica. Hoy en día las fluoroquinolonas son uno de los tres grupos de antibióticos más exitosos. ¿Qué une a un chamán ecuatoriano del siglo XVIII con un estudiante gallego de finales del siglo XX? Pues si, la molécula de la quina y sus propiedades antibióticas.
Molécula de la quinina que se extrae del árbol de la quina
El naturalista deviene en microbiólogo
Cuando era pequeño disfrutaba inmensamente de la naturaleza. Por eso me decidí por estudiarla. Al acabar mis estudios de grado me interesé en dos áreas de investigación, la genética de desarrollo y la microbiología. Me decidí por esta última por dos razones: el problema de salud pública que ya se intuía en el problema de las bacterias resistentes y el impacto tan rápido que tiene la selección natural en las poblaciones bacterianas. Gracias a una beca FPI de la Comunidad de Madrid pude realizar mi doctorado con la Dra Adela G. de la Campa en el Instituto de Salud Carlos III estudiando el mecanismo por el cual las fluoroquinolonas inhibían las topoisomerasas. Este trabajo me permitió aprender a secuenciar genes, caracterizarlos, clonarlos, expresarlos y realizar ensayos enzimáticos. Al acabar el doctorado me mudé a Ann Arbor, Michigan para trabajar en patogénesis microbiana. Fui becado por la MEC-Fullbright durante dos años. En el laboratorio de Michelle Swanson establecimos un modelo en el que Legionella pneumóphila inhibía la maduración del fagosoma liberando lipopolisacáridos de su membrana. Este trabajo recibió el Primer Premio Internacional Alcora de investigación en Legionelosis.
Regresé a España con un contrato Isidro Parga de la Xunta de Galicia para trabajar en el INIBIC de A Coruña. En este periodo caractericé la actividad apoptótica y autofágica de una porina de Acinetobacter baumannii. Aquí realicé el trabajo del que estoy más satisfecho: comprobar por primera vez que las vesículas de membrana de A. baumannii podrían ser un vehículo para transformar horizontalmente otras especies como A. baylii. Durante este periodo, conseguí tres proyectos de divulgación científica y el entonces director del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología me pidió colaborar para la construcción del museo en la ciudad. Posteriormente, en 2014 me mudé al Ecuador para trabajar como investigador Prometeo y comencé a trabajar como profesor e investigador en la Universidad de las Américas en Quito desde 2015-2021 en que me mudé a la Universidad Espíritu Santo de Guayaquil. En este periodo he estado trabajando en la perspectiva “Una sola salud” colaborando con la Universidad Central del Ecuador, testando la actividad biológica de compuestos de síntesis orgánica en colaboración con el Dr. Jaime Charris, de la Universidad Central de Venezuela, con el que logramos el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología 2021 que concede el gobierno venezolano. Por último, estamos comenzando a publicar trabajos sobre pedagogía y enseñanza da la microbiología.
Las leyes de hierro
Lo mismo que Robert Michels acuñó la ley de hierro de las oligarquías para explicar cómo funcionan los partidos políticos en ciencia, como organización, no se escapa de esos mismos principios. Los que determinan el devenir del proceso científico son los gestores, los políticos, los empresarios... por un lado, y por otro lado el inveterado deseo de las personas que se dedican a la ciencia por pagar su hipoteca. La lucha por sobresalir en este mundo es cruenta: no hay cama para tanta gente. Una de las habilidades que no se explican en la academia es el poder entender qué quieren tus empleadores, que quieres tu, qué papel juegas, cómo hacer alianzas... de todo ello depende el éxito en la carrera científica.
Sin embargo, la ciencia retiene todavía algo del espíritu artesano, de la idea medieval de que tu trabajo te reconcilia con algo superior a ti mismo. Cuando observamos que los procesos tienen una lógica, esa lógica nos sirve como punto de apoyo, como área de descanso en medio del desorden que se percibe alrededor nuestro. Esa lógica nos hace tener confianza en nuestras fuerzas y discernimiento.
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